Con motivo del ‘Día Mundial Contra el Cáncer de Mama’, el diario EL MUNDO publicó un artículo de la periodista Laura Tardón con el titular ‘El precio del cáncer más allá de la salud: “Llevaba 10 años en la empresa y me despidieron tras el tumor”’, que a modo de ‘reflexión’ y por la problemática que plantea reproducimos:
« No es precisamente un lazo rosa lo que une a Beatriz Figueroa, Anne Claire y a S.G.G. Las tres han tenido cáncer de mama y las tres coinciden en relatar «no sólo la lucha por una recuperación física, sino contra las barreras que este sistema nos brinda». Así lo expone precisamente el testimonio que se refugia detrás de las siglas. «Me despidieron a los pocos meses de reincorporarme tras la baja laboral. Llevaba 10 años trabajando en la misma empresa». Con esta experiencia y varios intentos frustrados de nuevas oportunidades en los últimos años, S.G.G. (48 años) prefiere que no se la identifique para que ninguna futura contratación quede frustrada.
Dos de las palabras más reiteradas a lo largo de la conversación con este periódico: «Quiero trabajar». Sin embargo, «una vez que eres desempleada y has tenido cáncer, ya no puedes acceder al mercado laboral como los demás. En las entrevistas tengo que obviar citar mi enfermedad para que no se me discrimine por ello».
Una situación que no le resulta ajena a Beatriz Figueroa, periodista y abogada que tuvo la mala suerte de ser diagnosticada con cáncer de mama mientras se encontraba en paro, hace ahora casi ocho años. «La mejor terapia tras este tipo de tumor es la reincorporación laboral. Sin embargo, es muy difícil encontrar empresas que se adapten a mis limitaciones o necesidades. Por ejemplo, cada semana tengo dos o tres citas médicas«. Sólo recuerda una oferta laboral «extraordinaria» sensible con su situación. «El problema lo tenían mis compañeros más cercanos, que no entendían mis ausencias ni mis circunstancias».
Un camino con curvas del que también puede hablar Anne (44 años), ex directora de marketing que decidió trabajar como autónoma antes de que le diagnosticaran cáncer con metástasis en los ganglios. En plena crisis económica, uno de sus dos clientes se declaró en suspensión de pagos y el otro tuvo que rescindir de sus servicios. Todo coincidió en el tiempo. Tras los ocho meses de baja laboral, se quedó sin prestación y con dos niños pequeños. «Sin pelo, sin cejas ni pestañas, ¿cómo vas a encontrar un trabajo? En el momento en el que te identifican, con o sin estas ‘marcas’, las empresas huyen de los controles médicos, de las recaídas, las bajas… Hay mucha gente en el mercado de empleo, no se arriesgan a contratar a alguien que va a dar problemas de este tipo».
Ya lo advertían los datos anunciados en un estudio publicado en 2015 en la revista Cancer: las probabilidades de tener trabajo cinco años después de un diagnóstico de cáncer bajan casi un 10% entre los supervivientes y entre los que sí tienen empleo, los ingresos laborales disminuyen cerca de un 40% en los dos años siguientes.
Según el informe presentado este año por el Observatorio del Cáncer de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el 11% de las personas que han sido diagnosticadas de cáncer de mama en España durante 2017 tenían una situación de riesgo socioeconómico. Es decir, alrededor de 3.500 mujeres (en su mayoría, el 1% de los afectados son hombres) han tenido que soportar doble carga: la de la enfermedad y las dificultades financieras.
Tras agotarse la ayuda económica por desempleo, Beatriz tuvo que enfrentarse a la idea de que su única prestación serían 426 euros al mes mientras le estaban dando quimio. Esta cantidad no llegaba ni para pagar su hipoteca. Quedaban descubiertas sus necesidades básicas y además, debía hacer un gasto extra derivado de la enfermedad. «Por aquel momento, yo tenía que pagar el 40% de los medicamentos», explica. A tenor de los datos facilitados por la AECC, si una familia sin cáncer se gasta unos 75 euros mensuales en salud, una familia con cáncer destina entre 150 y 300 euros.
Desplazamientos muy frecuentes al hospital, el parking en dichos centros, prótesis externas, pelucas, cuidados dermatológicos, la alimentación variada y a veces específica… «A pesar de que algunos de los efectos más típicos de la quimio son la diarrea o el estreñimiento, ninguna de las dos medicaciones está cubierta por el sistema nacional de salud», explica Raquel del Castillo, trabajadora social de la AECC. «Tampoco están incluidos los sueros orales ni las cremas para los efectos de la radioterapia en la piel, que pueden costar alrededor de unos 40 euros». Sin duda, en opinión de esta experta, «la situación socioeconómica condiciona mucho la vivencia del cáncer y los ministerios de Trabajo y Sanidad deberían acordar y plantear prestaciones que se adapten a esta realidad».
Aparte de las dificultades físicas y laborales, Anne recuerda que tener o haber tenido un cáncer marca un ‘stop’ a la hora de «cambiar de mutua, para pedir un préstamo, para comprar un coche… Debería haber voluntad política para integrar a las personas con cáncer«.
Tantos son los obstáculos que Beatriz Figueroa se prometió que en cuanto se recuperase, denunciaría la situación de desprotección socioeconómica y laboral que sufren miles de personas en España. Si se engloban todos los tipos de cáncer, tal y como revela el informe de la AECC, cada año, unas 25.000 personas afectadas se encuentran en riesgo de exclusión social a causa del diagnóstico de la enfermedad.
En 2013 inició una huelga de hambre, recogió más de medio millón de firmas en su petición de denuncia a través de la plataforma Change.org y las presentó en el Congreso de los Diputados, donde tan sólo el PP votó en contra de su propuesta, que solicitaba modificar la Ley de Seguridad Social para el reconocimiento de la incapacidad permanente, no definitiva, para los enfermos de cáncer sometidos a un tratamiento y mientras no se produzca su curación.
Con esta iniciativa, Beatriz dio voz a una realidad oculta, ahora apoyada por los datos desvelados por el informe de la AECC. Dadas las carencias de un sistema social y de protección que se ha quedado «obsoleto», esta luchadora mujer sigue recopilando documentación y testimonios en su lucha por los derechos de los enfermos de cáncer. «Aunque la Estrategia de Cáncer del Sistema Nacional de Salud reconoce la necesidad de evaluar las necesidades de los supervivientes, no se contemplan medidas concretas y eficientes de protección económica, social y laboral después de superar la enfermedad o teniendo en cuenta las secuelas de muchos de los enfermos».
En el caso de S.G.G., sus dolores óseos son como «si tuviera 200 años», siente hormigueo en las extremidades, falta de concentración, pérdida de memoria… Una de las secuelas de Beatriz se concentra en la yema de sus dedos. «Por los tratamientos recibidos, estoy limitada para el uso de la yema de los dedos en cualquier tipo de teclado y otras tareas».
Las tres mujeres coinciden en que es necesario introducir medidas para el fomento de empleo adaptado a través de subvenciones, programas de segunda oportunidad para el empleo por cuenta propia con préstamos sin intereses o muy bajos y ayudas para el reciclaje profesional.
Además, argumenta Figueroa, «proponemos asesoramiento legal y social gratuito para ayudar con los procedimientos burocráticos derivados del proceso oncológico, fomentar la protección laboral y flexibilidad horaria en las empresas con el fin de facilitar el cumplimiento de los tratamientos y la asistencia a citas médicas y el reconocimiento del grado de discapacidad para los afectados que sufren efectos secundarios después de superar el cáncer».
Solidaridad, comprensión y conciencia. Es lo que piden estas tres mujeres para todo el colectivo que además de vivir con la enfermedad, sus secuelas y las incertidumbres, tienen que lidiar también con las barreras de un sistema «desactualizado y poco solidario». En palabras de S.G.G., «sí, soy afortunada porque estoy viva, y con muchas ganas de tener las mismas oportunidades que el resto de las personas que no han padecido ni padecen esta enfermedad». »