Recordando la catástrofe del Convento de 1963 en su aniversario (y II)

10 Feb, 2015 | Sociedad, Sucesos | 0 Comentarios

(…Continuación)

…De nuestro colaborador y Cronista Oficial de Granadilla de Abona, Emiliano Guillén Rodríguez, según lo publicado en la web del Ayuntamiento, entresacamos lo siguiente:

« …Eran las 14.35 horas cuando el pueblo de Granadilla sufre la peor catástrofe de su historia, no sólo por el abultado número de víctimas, sino también por las circunstancias en que perecieron. En las viejas instalaciones del ex-cuartel de San Francisco, se había concentrado un estimable número de personas con la finalidad de obtener su carnet de identidad, porque hasta el municipio se había trasladado un equipo del Ministerio del Interior.

En aquella hora llovía y granizaba copiosamente y muchos transeúntes se refugiaban en el local. Se estima en unas 1.300 personas las que se encontraban en el interior del ya longevo caserón en el momento en que cede parte del corredor superior del claustro, precisamente donde se hallaban instaladas las mesas de expedición.

El estruendo de los materiales y personas que cayeron al patio interior sobre los congregados desató entre los presentes una situación de incertidumbre y pánico general que degeneró en tragedia, produciéndose, por esta causa, tan elevado número de víctimas. La mayoría de ellas murieron por asfixia y aplastamiento en torno al descansillo de la escalera que daba acceso a la calle. Los heridos superaron el centenar y los muertos fueron 24.

Conocida la terrible noticia, se activa un dispositivo de ayuda y se pone en marcha hacia La Granadilla. Ambulancias, Cruz Roja, Guardia Civil, equipos médicos y voluntarios parten de Santa Cruz, La Laguna y otros lugares para asistir a los damnificados y trasladar a los heridos a distintos centros sanitarios. El pueblo granadillero colabora ofreciendo sus casas, cocinas, mantas, calor humano y todo cuanto dispone. Las avionetas del Aeroclub de Tenerife de inmediato tratan de participar, pero la adversidad climática reinante les impide volar. Un avión de la compañía Tassa toma tierra en el aeródromo de El Médano con el médico del aeropuerto para trasladar heridos graves.

Después de una noche larga, gris, fría y triste, al día siguiente, un multitudinario desfile de féretros y personas recorrió la arteria central de la Villa camino del cementerio de Acojeja, en el que se estimaron unas 20.000 personas las asistentes al sepelio. Ahora, cuando se cumplen 50 años de tan lamentable suceso, el pueblo de Granadilla reitera su profundo agradecimiento a todos los que estuvieron altruistamente a su lado en aquellos momentos tan difíciles. »

Patio del Convento abandonado años 80

Por último, reproducimos lo que el 16 de enero publicó el Diario de Avisos a través de su corresponsal Nicolás Dorta:

« En un domingo lluvioso, el 3 de febrero de 1963, pasado el mediodía, hace casi 50 años, cedió parte de la estructura del antiguo convento franciscano de San Luis, en Granadilla. Murieron 24 personas y hubo más de un centenar de heridos. Era un inmueble viejo, del siglo XVII e importante para el pueblo. Todavía lo sigue siendo. Allí estaba el Ayuntamiento y se expedía puntualmente el documento de identidad para evitar desplazamientos a Santa Cruz por la carretera vieja, toda una odisea. A eso acudieron al Convento numerosos vecinos.

La lluvia no era demasiado violenta pero lo suficiente para mojar los papeles de identidad, y por eso todo el mundo se refugió en las paredes del Convento, pero el inmueble no pudo soportar a tanta gente y los pasillos de los corredores altos de madera cedieron. El instinto por encontrar salida aumentó la catástrofe.

Unos tuvieron más suerte que otros, los que “volvieron a vivir”, como Rosa Armas Díaz, que guarda en su memoria aquel febrero, con tal solo 26 años, cuando fue a registrar su identidad. A la semana de lo sucedido volvió a pasar por allí, pero se echó a llorar.

Desde entonces, hace 50 años, no lo ha vuelto a hacer. Rosa evita viajar en avión y los espacios oscuros, cerrados. Y es que la mayoría de las personas murieron por aplastamiento, presas del pánico al ver que la planta de arriba se caía.

Esta superviviente perdió la conciencia en medio del tumulto, algunos ya cadáveres. La dieron por muerta y la llevaron al cine San Antonio junto con los demás fallecidos, y un vecino de la zona, “Juan el medianero“, dice que la encontró llamando a su hija, Carmen Rosa, de cuatro años, que estaba en su casa y alguien le había dicho que quizás no volvería a ver a la madre.

“Sentí como que iba a pasar algo en ese edificio (se refiere al Convento) lleno de gente, resguardados de la lluvia y como si fuese un trueno vimos como una parte se nos caía arriba”. “A partir de ese momento queríamos salir fuera y nos pisamos unos a otros”, relata Rosa Armas. “Primero estábamos en la planta baja donde había que coger unos papeles y luego subíamos por la escalera al corredor donde había que poner las huellas. La gente se desesperó y aquello era viejo, cayó la baranda y yo caí como en alto”, recuerda Rosa Armas.

Después de haber sido ‘rescatada’ del cine, la llevaron a su casa cuando llegó la noche para que la viera un médico, “pero en ese entonces ni sabían dónde estaban, en Granadilla sólo estaba don Blas, imagínese para tanta gente, era una catástrofe”, explica Rosa. “Luego me hicieron unas pruebas porque yo estaba toda molida de los dolores a causa de los golpes de la gente”.

Cuando Rosa despertó en el antiguo cine (actualmente la Casa de la Juventud), pensó “que los que estaban alrededor eran heridos, como yo, pero estaban todos muertos”, cuenta. El entierro fue multitudinario, miles de personas, entre ellas relevantes autoridades, acudieron a despedir a los fallecidos. Fue un generalizado homenaje a las víctimas no solo por parte de los vecinos de Granadilla, sino por toda la sociedad tinerfeña en uno de los sucesos más dolorosos que se recuerdan.

“Murió gente que yo conocía, hasta dos hermanas de la zona que ese día estaban en el convento por casualidad”, comenta Rosa. Su padre, madre y sus hermanos, también fueron, pero afortunadamente no sufrieron daños de consideración, salvo el padre que se fracturó la clavícula. “La única muerta era yo”, ironiza esta vecina. »

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