Por: Emiliano Guillén Rodríguez
Atxoña, el último Mencey de Abona, era hijo primogénito de Atguaxoña y heredó el Reyno de Abona por línea directa de su padre.
Atxoña reinó en el Reyno de Abona hasta la finalización de la conquista de la isla, aunque, eso sí, vivió largas temporadas en Taoro junto a su suegro el Gran Qehebí Benchomo, al casarse en primeras nupcias con una de sus hijas, la Princesa Dácil. Cabe suponer que nuestro Mencey, aunque era ‘de paces’, debió permanecer aliado a su padre político durante el desarrollo de la guerra de conquista, tal vez cumpliéndose así la famosa frase rescatada de la antigüedad por Christopher Derrick y en la que se cristalizan las principales características del pueblo aborigen: “…los guanches eran virtuosos, honestos y valerosos y en ellos se materializaban las mejores cualidades del hombre: magnanimidad, habilidad, valor, belleza física, fuerza espiritual y física, arrogancia de carácter, nobleza de conducta, una expresión sonriente en el rostro y UNA INTELIGENTE FIDELIDAD A LA PATRIA…”.
Tuvo Atxoña otros hermanos que, una vez bautizados, pasaron a llamarse Pedro Bueno, Constanza, Juan de las Casas, Catalina y Marina. El pasó a llamarse Gazpar Hernández y tuvo de su primer matrimonio cuatro hijos: Juan, Catalina, María y Elvira Gazpar.
Casado en segundas nupcias con la conocida como Infanta Zapata (Catalina Francisca Zapata), tiene dos hijos más: Catalina Gazpar y Ana Hernández.
Triunfando el Adelantado en guerra cruel para ambos bandos -dícese que cayeron más españoles en la conquista de Canarias que en todas las conquistas de América-, reduce a nuestro Mencey a la condición de esclavo según se desprende del texto de una de las datas: “…hermana de Gazpar Hernández, mis servicios que son…”. Pero su familia continuará su normal desarrollo evolutivo a través de muchos matrimonios con descendencia.
Ahora sin reino, ni tierras, ni ganado y viviendo bajo la condición de siervo noble, hace testamento en La Orotava ante el escribano Andrada en el año de 1514, folio 538 de esta Escribanía con la finalidad de pasar a Berbería (tierra de moros). Es pensable que el último Mencey de Abona, que era rey y noble, al sentirse esclavo del conquistador quisiera redimirse en la nueva sociedad que se le imponía solicitando tomar parte en la expedición a Berbería en busca de material humano que, una vez vendido, repusiese las diezmadas arcas de los traficantes y de sus favorecedores con la finalidad de sacudirse el yugo de la servil e inhumana situación social a la que fue condenado por el nuevo y nefasto señor de la isla pues, tanto él como su familia eran nobles, reyes e hijos de reyes y, por ello, su nobleza e hidalguía le reprochaban constantemente su degradación social.
Ya viejo y cansado, en 1527 hace de nuevo testamento el que fuera Mencey de Abona, fiel ahora a las ideas del Cristianismo, solicitando que a su muerte sea enterrado en el Convento de San Lorenzo de La Orotava.
La familia de Atxoña vive su proceso biológico normal afincándose en distintos lugares de la isla, dejando muchas uniones con prolífica descendencia, contribuyendo de este modo -al igual que otras familias guanches- a que la raza y la sangre aborigen esté actualmente presente entre muchos de los hijos del pueblo canario.
Se sabe que Isabel de Abona, hija de Catalina Gazpar, nieta de Atxoña por descendencia de su segundo matrimonio, casa con Miguel de Güímar de la facción de dicho bando que se mantuvo neutral en este Reino, aunque prestando ayuda y colaboración al Adelantado, recibiendo por esta causa donaciones de tierras. Tuvieron descendencia.
Otro buen número de descendientes del Mencey se integraron lenta y paulatinamente a la causa colonizadora sin abandonar muchas de sus particularidades culturales y fueron beneficiados, como Juan Alonso y Elvira Gazpar, Francisco Hernández y Juana Hernández o Simón Aguilar y Catalina Sánchez.