Todavía colean los efectos del resultado de las elecciones al Parlamento Europeo, pues aunque las consecuencias comenzaron a notarse casi inmediatamente en muchos estamentos, aún parece que tienen un amplio recorrido.
El cansancio de unos pocos y el desengaño de otros con los partidos clásicos y convencionales, con aparatos estancos y con disciplina de voto que hacen de sus diputados meros levantadores de mano a la señal del portavoz, sin derecho a disentir en ocasiones, con listas cerradas donde se premia la antigüedad y el mérito hacia la lealtad al aparato para que todo siga siempre igual, comandado por los mismos o las mismas que, a su vez, dejarán en herencia sus puestos a otros fieles seguidores de las pautas marcadas por la jerarquía oficial de cada momento, es lo que propició que algo cambiara en el resultado de la últimas elecciones, a pesar de que muchos medios de comunicación al servicio de los “aparatos” oficiales disimularan o bombardearan con acusaciones varias a los que se atrevieron a saltar al ruedo con ”cierto éxito”.
Con lecturas diferentes en múltiples países en función de las fuerzas heterodoxas emergentes, lo cierto es que los bloques tradicionales del bipartidismo europeo han tenido que frenar ligeramente en su velocidad de crucero para escuchar algo el clamor de los disidentes de sus políticas al servicio del Gran Capital. “Para que luego digan que no vale la pena votar, porque vótese lo que se vote todo va a seguir igual”: los abstencionistas, los que se sienten hasta superiores porque dicen que no le siguen el juego a los políticos y por eso pasan de la política, los que creen que con no ir a votar ya no están dando su apoyo a nadie en política. Esos son los mejores colaboradores del los partidos convencionales estancos, que cuentan con que sólo vayan a votar sus fieles y los fieles de los otros partidos cómplices de la marcha del sistema; ese sistema del que ellos se sienten guardianes de la fe o del Santo Grial, pero que realmente no sirve a la ciudadanía sino a unos pocos abusadores con pocos escrúpulos.
Es la primera vez que en España el PP y el PSOE juntos no llegan al 50% de los votos válidos emitidos, con lo que el aumento de apoyos de los nuevos partidos emergentes ha sido importante, aunque sin llegar a ser tan espectaculares como algunos apuntan. Y aunque los resultados de unas elecciones europeas no se pueden extrapolar a las venideras municipales, autonómicas o generales, sin embargo sí que marcan tendencia, y las tendencias no son fáciles de modificar cuando toman cierta fuerza o velocidad en función de los acontecimientos venideros (que tampoco parecen muy alagüeños).
Es verdad que el sistema electoral para las europeas es el más justo y democrático de cuantas elecciones a las que como ciudadanos tenemos derecho a participar. Al no desperdiciarse ningún voto como inútil, pues al ser circunscripción nacional única, se suman todos los votos conseguidos por cada partido y se reparte luego proporcionalmente a los votos sacados en todo el país; por tanto, todos los votos tienen el mismo valor porque no hay desechos de votos por provincia; ni se aplica la ley D`Hondt para favorecer al partido más votado; ni, por supuesto, existen topes electorales previos excluyentes como sí ocurrirá en las municipales y autonómicas, donde los partidos convencionales están protegidos y blindados contra sorpresas por leyes electorales hechas por ellos mismos para asegurarse el poder a perpetuidad, contra quienes quieran participar democráticamente con nuevas opciones. Por eso estas elecciones europeas sí eran una oportunidad para esas novedosas opciones.
Cierto electorado descontento mostró su disposición a atreverse a votar a otras opciones diferentes a las de siempre, dando como resultado el crecimiento de fuerzas de izquierda, como IU (que en realidad no deja de ser también algo convencional), Podemos (la gran sorpresa, pues pasó de no existir a ser la cuarta fuerza del país), Compromiso y también Esquerra Republicana, seguramente a costa de un PSOE en crisis y desmesuradamente estanco, además de ciertos abstencionistas que despertaron sus esperanzas de cambio a través de estas propuestas.
Pero también crecieron las fuerzas situadas en el centro, entre el PP y el PSOE, como UPyD, la novedosa Ciudadanos o los nacionalistas en coalición, entre los que participaba CC, que vio difuminado su voto al no aceptar su electorado que fuera en 4º lugar en la lista, o que fuera con otros nacionalistas a los que no entiende o le han hecho entender desde el nacionalismo español que son rupturistas y negativas. Incluso, por la extrema derecha, Vox estuvo a punto de conseguir un eurodiputado. Sin embargo, no premió esta vez el electorado proyectos muy personalistas y poco transparentes, como el del juez Silva, lo que indica que la cultura política del pueblo español va creciendo y despertando de su letargo ancestral.
Estos resultados inducen a pensar que cabe la posibilidad de que estos tres frentes, por la derecha del PP, por el centro político y por la izquierda del PSOE, valoren la conveniencia de organizarse para ofrecer alternativas de unificación de propuestas con sus semejantes ideológicos. Hacer un Frente Amplio de izquierda como en Uruguay hoy por hoy no lo veo, pues el PSOE sigue siendo la fuerza hegemónica en el centro izquierda como para unirse a otros partidos minoritarios; pero la unión de esos partidos minoritarios, es decir, IU + Podemos + Compromiso + Equo y Verdes, podrían hacer pensar al electorado desencantado de izquierda que el votarlos a ellos a partir de ahora sí sería un voto útil a pesar de la Ley D`Hondt o de topes excluyentes, pues podrían sacar concejales y diputados en cualquier pleno o cámara, llegando incluso a ser necesarios para formar gobierno en la mayoría de las instituciones.
Algo similar podría ocurrir entre Ciudadanos + UPyD, aunque más limitados hoy por hoy en cuanto a su actual impulso, pero no en cuanto a espacio para atraer el voto de ciudadanos desencantados de un lado y de otro, es decir, de los grandes caladeros de desencantados del PP y del PSOE. Sin embargo, el voto de la extrema derecha tendrá de momento sólo posibilidades de sacar algún concejal testimonial, a no ser que dentro del PP haya algunas escisiones hacia su derecha (como Foro Asturias, etc), que de momento y mientras sigan en el poder con la mayoría absoluta que ostentan no es probable que nadie mueva ficha.
¿Sería trasladable estas posibilidades a Canarias y sus municipios? Hay que tener en cuenta que es aquí donde los topes electorales excluyentes de partidos minoritarios son muchísimo más rígidos que en cualquier otro lugar del Estado y por eso se perpetúan los tres partidos mayoritarios del Parlamento de Canarias (PP, PSOE y CC); partidos que se repiten legislatura tras legislatura con mayor o menor presencia en casi todos los municipios y cabildos (no porque lo estén haciendo maravillosamente, sino porque han diseñado un sistema para impedir el acceso a otras opciones con apoyos populares suficientes), por lo que si estas opciones minoritarias no se unen para salvar esos topes excluyentes, se ahogarán en su triste y fugaz protagonismo.
A los partidos a la izquierda del PSOE, ir juntos les haría ganar un 15 o 20% de los escaños en muchas instituciones, con lo que podrían ser necesarios para gobernar y comenzar a cambiar estilos desacertados de servir a los ciudadanos. Algo similar ocurriría, aunque en menor medida, si Ciudadanos y UPyD fuesen juntos, pues sería la única forma de salvar los topes excluyentes y conseguir alguna representación que sirviera de bisagra para exigir ciertos cambios.
Ahondando en lo ocurrido en las elecciones en la isla (que podía ser extrapolable al resto de islas y al Estado), IU quedó por delante de CC en importantes municipios (como La Laguna, Santa Cruz, Tacoronte, etc.) donde gobierna CC en mayoría y donde IU no tiene ningún concejal (pues incluso el que los representaba en Santa Cruz lo hizo en coalición y no es de esta formación). La gran sorpresa, “Podemos”, le siguió a la zaga e, incluso, quedó por delante de IU en muchas mesas y algunos municipios, pasando del no existir hace unos meses a ser la cuarta fuerza a nivel nacional.
El problema se plantea a la hora de decidir quien o quienes lideran esos procesos de confluencia, pues si bien las diferencias programáticas son escasas, sin embargo las distancias de los “egos”, de los personalismos y vanidades suelen ser bastante claras y difíciles de superar. En Granadilla, por ejemplo, entre IU y Podemos juntos superaron en votos los conseguidos por CC y se quedaron a poca distancia del PP, por lo que si sumaran sus fuerzas podrían conformar un grupo municipal con posibilidades claras de influir e, incluso, participar del gobierno municipal en la medida que no se saquen mayorías absolutas.
Ahí está el reto, en intentar conseguir que las divididas propuestas de centro o las diversas de izquierda pudieran llegar a poner por delante su real prioridad de cambiar las formas de gestionar lo público antes que sus protagonismos partidistas o personales.
Yo no dudo de que lo que quieren representar PP, PSOE y CC coincida aún con lo que buena parte del electorado seguirá apoyando, pero aunque así sea, creo que los cambios que se divisan en el horizonte les obligará a cambiar también a éstos en sus formas de decidir y gestionar más en pro de la ciudadanía y no de ciertos privilegios, comenzando por implantar sistemas de democracia interna y “transparencia”, por aceptar la modificación de una Ley Electoral Canaria ahora fraudulenta (que a la más que se parece es a la que los turcos le conceden a los kurdos para seguir marginándolos), porque cada persona no representa un voto igualitario y porque los topes electorales niegan el escaño representativo a los candidatos con sufragios suficientes, por el hecho de no ser de los partidos dominantes que hicieron la ley y la trampa.
Siguiendo la vertiginosa actualidad, el proceso precongresual abierto en el PSOE tras la marcha de Rubalcaba (después de dejar bien atado su último servicio al Estado con el servicio a la Corona), no despeja las incertidumbres de futuro con renovadas esperanzas, pues a día de hoy y a falta de que se presente alguien con carisma y experiencia contrastada como López Aguilar (que ya aclaró que no, porque la repentina convocatoria lo cogió por sorpresa y con los posibles apoyos ya comprometidos por los dos diputados y principales candidatos), el resto de candidatos en liza no despejan los temores sobre el futuro de este importantísimo partido dada su falta de experiencia organizativa y ejecutiva.
Quien asuma ese reto tendrá que lidiar inicialmente con la unificación del propio partido, dividido entre el corazón rebelde o republicano de la mayoría de sus afiliados y su bolsillo o voto acomodaticio monárquico (al menos de los cuadros actuales). A todo esto hay que unir la necesaria conciliación con el Partido Socialista de Cataluña, después de que éste se redefina en el actual contexto autodeterminista.
Por eso, porque “no estamos solos ni estamos aislados”, nos parece que situar el debate político entre estos parámetros es necesario para continuar con cualquier análisis posterior, según se vayan sucediendo los acontecimientos cada vez más acelerados. Porque de aquí a la precampaña de las elecciones municipales de dentro de unos meses, casi todo habrá cambiado algo: nuevo jefe del estado, cambio en las estructuras personales y quizás programáticas de muchos de los partidos, confluencias o segregaciones de fuerzas (Ciu, etc.).
Mientras esperamos acontecimientos, quedémonos con dos cuestiones claras: Una, que los partidos que no se reciclen pagarán caro su estancamiento, pues como toda actividad humana tenderán a perder atractivo, clientela y apoyos. La otra es que deberíamos siempre ir a votar, no inhibirnos, pues queda demostrado que los pequeños repuntes de nuevas fuerzas pueden remover el fondo empantanado de la política. La abstención favorece a los establecidos en el sistema para que sigan dominándolo. El voto es un arma poderosa y hay que dejárselo claro a los servidores públicos que no nos sirven.
Sergio Afonso Díaz
(Profesor de Secundaria –Administración de Empresas)