La costa de Granadilla de Abona y su protagonismo en la llegada a Canarias de migrantes en pateras y cayucos (I)

5 Mar, 2020 | Reportaje, Sociedad, Sucesos | 0 Comentarios

La llegada masiva de pateras a Canarias que se viene produciendo desde hace algunos meses debido al aumento en la intensidad de los controles que se realizan en el Estrecho de Gibraltar y que ha posibilitado la reducción de hasta un 50% del flujo de migrantes a España, ha llevado a las mafias a retomar la ruta atlántica hacia Canarias que, aunque más peligrosa, es en estos casos la opción B a la ruta mediterránea de entada a Europa para l@s migrantes subsaharian@s.

No en vano el pasado año el número de migrantes llegad@s a Canarias se ha duplicado con creces respecto a 2018, mientras que en el conjunto de España se redujo en el mencionado 50% a causa del cierre y control de la vía del Estrecho, abriéndose la ruta a Canarias desde países como Marruecos, Senegal, Mauritania o Gambia a pesar de que las condiciones marítimas del Atlántico sean más peligrosas. Así, en 2019 se contabilizaron 2.623 personas llegadas a las islas desde África, la cantidad más alta de la década y el doble de 2018 en que se contabilizaron 1.307 migrantes.

¿UNA ‘ATRACCIÓN’ PARA EL TURISMO?

Este repunte de la llegada de pateras y cayucos no sólo ha llamado la atención de los propios canarios, sobre todo de las islas más orientales que por su proximidad al continente africano casi a diario amanecen con la triste noticia de un nuevo intento de acceso a las costas del archipiélago de otro grupo de migrantes, sino que al ser tantas las tentativas que se llevan a cabo en el los últimos meses hasta los medios informativos extranjeros se han hecho eco de ellos, como el caso de alguno que ha relatado las experiencias de grupos de turistas que divisaron una de dichas embarcaciones con migrantes cuando salían a hacer una excursión en las costas de Gran Canaria para divisar delfines, concretamente el diario ‘The Sun’, que en su edición digital publicó el pasado mes de noviembre cómo un grupo de turistas británicos «tuvo que rescatar la pasada semana un barco varado de inmigrantes».

Resultado de imagen de patera con inmigrantes

Según señaló este diario, el grupo de viajeros contó «su conmoción por tener que rescatar un bote varado», tal como indicó un matrimonio que había pagado 60 euros por una excursión de dos horas desde Gran Canaria. «No habíamos visto todavía ni un solo delfín o ballena cuando de repente nos topamos con una patera», aseguraron. En ese momento llamaron a los guardacostas ya que el grupo de migrantes «parecía necesitar ayuda». «Permanecimos allí sobre una hora, porque las autoridades nos ordenaron que nos quedáramos hasta que llegara la ayuda», comentó el matrimonio.

‘The Sun’ concluyó su noticia indicando que los 14 turistas que se encontraban en el barco de avistamiento de cetáceos, una mezcla de británicos y alemanes, lograron ver finalmente una manada de cinco delfines a su regreso al puerto. «Algunas personas se quejaron porque habían visto más inmigrantes que delfines», señaló irónicamente otro turista.

De hecho, Canarias ya había recibido de enero a noviembre del pasado año a 1.987 inmigrantes en patera, un 57,3 % más que el año anterior, significando unas cifras desconocidas en las islas desde el final de la denominada ‘crisis de los cayucos’ en 2009, que contrastaba con la caída de casi el 60 % ocurrida en las costas del Mediterráneo. Aunque también es cierto que esta afluencia de migrantes por vía marítima a Canarias está aún muy lejos del récord marcado en 2006, cuando llegaron a las islas 31.678 personas, gran parte de ellas en los llamados ‘cayucos’, de mucha más envergadura y capacidad que las ‘pateras’.

Resultado de imagen de llegada de migrantes a la playa de la tejita en 2006

A partir de entonces, los acuerdos de cooperación y vigilancia en origen que España tuvo que poner en marcha con países como Senegal o Mauritania, entre otros, dieron lugar a que esa afluencia según cifras publicadas por la agencia europea de fronteras, Frontex, se redujera a 12.478 migrantes en 2007, bajara a 9.181 en 2008 y a 2.246 en 2009, quedando finalmente reducida a tan sólo 196 en 2010, cuando ya España se encontraba en plena recesión económica.

Desde ese moemnto el flujo de personas migrantes a Canarias a través de pateras o cayucos se estabilizó en una horquilla establecida entre los 173 de 2012 y los 875 de 2016, volviendo en 2018 a superar el millar, con exactamente 1.307. El pasado año, como indicamos, acabó con la llegada de 2.623 personas, más de la mitad de ellas en los últimos tres meses y concentrando sólo el mes de noviembre la tercera parte de todas las llegadas del año 2019, una situación que ha obligado a Cruz Roja y a las instituciones canarias a habilitar nuevas plazas de acogida para poder atenderles, especialmente en las islas más cercanas a la costa africana.

Sin embargo, tal como señalamos, estas cifras de afluencia de migrantes por mar a Canarias están bastante lejos del nivel que alcanzaron en 2006, durante la ‘crisis de los cayucos’, cuando llegaron por vía marítima a las islas alrededor de 32.000 (concretamente, 31.859) personas y lograr alojarlas se convirtió en una verdadera odisea.

Precisamente ese año 2016, a principios de agosto la costa granadillera fue protagonista de un doble acontecimiento de llegada de sendos ‘cayucos’ con una diferencia de cuatro días, lo cual fue motivo para que la Unión Europea se pusiera las pilas reforzando el servicio de vigilancia de Frontex en tareas relacionadas con la seguridad, la búsqueda y el salvamento marítimos, así como para que España acordara con los países de origen un plan para controlar las mafias que desarrollaban el negocio de las salidas de migrantes a Europa por mar.

Resultado de imagen de llegada de migrantes a la playa de la tejita en 2006

Imágenes como la que precede y la de la fotografía de cabecera que ilustra este reportaje dieron la vuelta al mundo y, por ejemplo, el sábado 5 de agosto de 2006 la edición impresa de EL PAÍS publicó un artículo realizado por Octavio Toledo sobre el acontecmiento que, con el titular ‘La playa más solidaria’ y la entradilla ‘Los bañistas ayudan por segunda vez en cuatro días a los ‘sin papeles’ llegados en cayucos hasta el sur de Tenerife’, decía:

« Semienterrado en la arena de la Playa de La Tejita, en el municipio de Granadilla de Abona, al sur de la isla de Tenerife, aparece un fragmento de papel escrito a mano, con las letras corridas por el agua. Se trata de un rezo musulmán que uno de los 49 inmigrantes subsaharianos que llegaron la tarde del jueves hasta aquí traía consigo a modo de amuleto. Gracias a Alá, surtió efecto. Es uno de los pocos restos que queda del viaje que estos hombres emprendieron desde las costas de África. Eso, además de algunas tablas de la embarcación, que fue triturada por una pala mecánica en la mañana de ayer, una zapatilla sin su par, los ya habituales bidones azules de gasolina y el timón, que permanece oxidado junto al contenedor de basura de la playa.

Las personas que acuden cada día a disfrutar del mar y de la arena de La Tejita se están empezando a acostumbrar a socorrer a los inmigrantes indocumentados que llegan hasta esta playa. Aunque después de lo ocurrido el domingo pasado, cuando 88 subsaharianos arribaron hasta aquí, nadie esperaba que se volviera a repetir algo parecido, y menos con tan poco intervalo de tiempo.

Eran cerca de las seis de la tarde del jueves y Jose, de 30 años, estaba a punto de marcharse ya para casa. «¿Eso no será una patera?», preguntó a Alberto, uno de los amigos que iba con él. No se lo pensó, y corrió a socorrer a los inmigrantes que casi se caían del cayuco cuando éste tocó la orilla.

Resultado de imagen de llegada de migrantes a la playa de la tejita en 2006

«No se podían ni mover», asegura Jose, que cuenta que tenían que sacarlos del agua porque las olas los ahogaban. Como él, unas 60 personas, prácticamente la totalidad de los bañistas que se encontraban en ese momento en la playa, corrieron a ayudar. Pero no todos, porque algunos como Alberto se quedaron mirando. «Es que había gente que se lo tomaba como un espectáculo, y se ponían a sacarles fotos con el móvil a los inmigrantes».

Casi al mismo tiempo que Jose avistaba el cayuco, lo hacía una de las chicas que trabaja en el único kiosco que hay en La Tejita. Nada más verlo, llamó al servicio de emergencias. Ella también fue de las que luego se quedó mirando, «porque nunca sabes si te pueden transmitir alguna enfermedad». Cuenta que los vio muy mal, «en los huesos», y lo que más le sorprendió fue que alguno pidiera cigarros, «¡Con el hambre que debían tener!»

Testigos también del desembarco en plena playa fueron Óscar, de 34 años, y Carol, de 36. Recuerdan que algunos de los inmigrantes, nada más pisar tierra, comenzaron a correr hacia la carretera, pero luego se daban la vuelta y regresaban con los demás, «¿Adónde iban a ir?», se pregunta Óscar, a quien lo que lo que más sorprendió fue ver a algunos de los inmigrantes babeando con la boca abierta, sin fuerzas para echarse a la boca el agua o la fruta que los bañistas les daban.

Ellos mismos los abrigaron con sus toallas para que entraran en calor. Y recuerdan que la gente los abrazaba, también para aplacar la hipotermia que padecían y que, entonces, algunos se echaban a llorar.

Resultado de imagen de llegada de migrantes a la playa de la tejita en 2006

Caminando por la playa aparece Papa, un senegalés de 31 años. Viene, a diferencia de sus compatriotas del jueves, para tomar un baño. Lleva unos tres años en la isla, trabajando en un parque de ocio acuático. No estaba aquí ese día para ayudar. Pero echa la culpa de lo que está ocurriendo a Europa, «a lo que hicieron en África durante muchos años. Se llevaron lo mejor, y ahora tienen también que aguantar con lo peor», dice seguro.

Además de por los bañistas, los inmigrantes fueron atendidos por efectivos y voluntarios de la Cruz Roja, entre los que se encontraban Nidia y Cristina, una médico de 29 años y una enfermera de 24 ya más que acostumbradas a escenas como la del jueves. Ahora están en la sede de la Cruz Roja de Granadilla de Abona, poniendo a punto las bolsas con ropa y calzado que entregan a los que llegan desde el otro lado del mar jugándose la vida. Porque nunca se sabe cuando será la siguiente.

Con ellas está María Jesús, una voluntaria de 34 años, que lleva tres días en la isla. Veía la llegada de cayucos por la tele desde su casa, en Ávila, y no pudo aguantar. «¿Qué hago yo aquí con lo que está ocurriendo en Tenerife?»

Para ellas, y para el medio centenar de voluntarios de la Cruz Roja que están en continua alerta en el sur de la isla para acudir a socorrer los viajeros de las pateras que lleguen, nada de esto es nuevo. «Nunca te acostumbras a verles las caras que traen», asegura Cristina. Explica que algunos de ellos llegan tan desorientados que ni si quiera saben cuál es la tierra que están pisando. «Estamos en Tenerife, una isla de España», les responde. »

(Continuará…)

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