El 19 de febrero de 2020 canariasviaja.com en su sección ‘Viajar es Vivir’, con el titular ‘Otros Carnavales en Canarias… una historia casi real’, publicaba el siguiente artículo:
« Conocí a Ramón una noche de carnaval. Nada más observarlo me pareció una persona mayor, su larga barba blanca y su piel quemada lo revelaba, pero su peluca rubia y su falda de lunares y tacones me hacían dudar de su verdadera edad. Sentados en un viejo banco de piedra en una pequeña alameda, lejos de ruido y música, me llamó “chacho”, como si de toda la vida me conociera, comenzó preguntándome de dónde venía, yo le pregunté lo mismo, con voz tranquila y relajada me contestó que era canario y carnavalero, que de pequeño tuvo que emigrar a Cuba, pero cuando llegaba febrero se “alongaba” en el Malecón y miraba al este, en busca de su carnaval isleño.
Ramón no paraba de hablar con voz suave e hipnotizante, yo escuchaba lo que me contaba en la linde del sueño y la realidad. “El carnaval ya no es el de antes, no había tanto color y música, pero aún conserva su esencia más pura… la amistad, la gracia y la creatividad”, pero todo cambia con el tiempo… Monzón trajo las comparsas, y del norte llegaron los Drag Queen, dando un nuevo ritmo, armonía y alegría al carnaval”… “ni Franco los pudo cambiar”.
Tras un pequeño descanso, encendió un gran habano que mezclaba su olor con el de las “cotufas o roscas” recién tostadas, y comenzó nuevamente a “alegar”, diciendo con voz alta y clara… ¡pero hay otros carnavales! Yo, asombrado con la creencia de que conocía la fiesta y a los canarios le pregunté, ¿otros?… sí, manifestó, “pero conocerlos es cuestión de años, están en pequeños pueblos y en islas alejadas, además se celebran en la misma fecha… he tardado una vida en visitarlos”. Luego me invitó a montarme en el minutero de su especial máquina del tiempo… ¿era un sueño?, me pregunté, pero no dudé en subirme rápidamente al tardo caminar de la manecilla de su reloj.
Los minutos pasaban lentamente y el reloj nos llevó, lejos del ruido y las masificaciones, a un pueblo llamado La Frontera, en la isla más occidental de Europa, El Hierro, allí bajamos en “La Casa del Miedo”, un viejo corral donde un nutrido grupo de jóvenes cubrían sus cuerpos con pieles de carneros y de sus cabezas salían largos cuernos, cubriendo los más veteranos su cara con diabólicas máscaras. Pasadas las cinco de la tarde, carneros, locos y pastores salen a las calles de Tigaday, y haciendo sonar sus cencerros comienzan sus travesuras. Por la magia del momento me vi envuelto en zaleas, en las manos llevaba betún y corría detrás de los más jóvenes con la intención de tiznar y dejar mi huella… dándome más de “un estampido” contra el suelo.
Terminada la fiesta al anochecer subimos nuevamente a la máquina del tiempo, que nos llevó a un pequeño charco muy cerca del mar, donde Ramón me dijo que se celebraba una gran fiesta en el mes de septiembre, pero que esa era otra historia.
Caminamos del charco a un pequeño pueblo de la isla de Gran Canaria llamado La Aldea, allí conocimos a José Pedro, un maestro jubilado que nos llevó a La Gañanía, donde estaban los niños y las niñas acompañados por sus madres y padres, que los ayudan a disfrazarse vistiéndolos con pieles y adornándolos con cuernos, les tiznan la cara y las piernas y les colocan cencerros. Mientras se preparan tortitas de carnaval y chocolate caliente, los mayores se visten con viejas ropas de hombres y mujeres y se tapan la cara con mantelillos calados. Terminada la merienda comienza el pasacalle del carnaval tradicional de La Aldea, destacando “El Diablo” vestido con zaleas de cordero y cabeza de vaca con cuernos, que va arrastrando sus cadenas y sembrando el terror entre los más jóvenes, a los que pinta y tizna con betún. José Pedro nos comenta que es una fiesta recuperada de los mayores, pudiendo tener sus orígenes en el norte de África, como los Carneros de Tigaday o los Diabletes de Teguise, con los que guarda cierta similitud.
Huyendo del Diablo fuimos en busca nuevamente de la alquimia del tiempo que nos lleva y “zambuye” en el mar de Puerto del Rosario en la isla de Fuerteventura.
Con el agua al cuello y rodeado de “artilugios hidrodinámicos impulsados por energía no contaminante… obviamente”, popularmente conocidos como “Achipencos”, Ramón me dice que es un carnaval joven y alegre, donde las embarcaciones utilizadas no pueden ser construidas sobre sistemas de flotación convencionales, de manera que cascos de barco, tablas de surf o balsas neumáticas están totalmente prohibidas, siendo la imaginación la que se encargue de proporcionar flotabilidad y propulsión, mediante sistemas no contaminantes, pero no todos los navíos tienen la flotabilidad garantizada, lo que aporta a la fiesta la alegría y simpatía que caracterizan a este curioso carnaval. “Engurruñados” por el agua nos subimos a nuestro transporte en el tiempo, en busca de una nueva aventura carnal, que nos lleva a una gran nube blanca que nos ciega y no nos deja ver.
¿Dónde estamos? Quizás el reloj de forma errónea nos ha dejado en un nublado Londres, pero escuchamos “el timple” y la música caribeña de las maracas, solo podía ser un lugar… La Palma y su carnaval isleño. Poco a poco la nube nos deja ver un mundo blanco, donde solo destaca los alegres colores de La Negra Tomasa, “Sosó”, que llega todos los años de Cuba para dar inicio al carnaval de “Los Indianos” palmero. También conocimos a Antonio Gutiérrez, que con sus 92 años lleva mensajes de vida y amistad. Huyendo de las inmensas polvaredas de los ingeniosos artilugios agrícolas adaptados que llenan la ciudad del pertinaz polvito, busco la máquina que nos lleve a otro carnaval, pero Ramón me dice que es mejor coger “la guagua” y pasar la cumbre y ver el carnaval “gallo” (gentilicio de los habitantes de Los Llanos de Aridane), donde somos recibidos por una gran polvacera de colores, donde también pudimos ver a unas curiosas viejas que llevan a sus hombros a pesados y gandules varones, pero solo era un ingenioso disfraz conocido como “Viejas a Caballotas”, que aparecen todos los años por el carnaval.
Terminado el viaje palmero saltamos a un pequeño rincón de Teno, en la isla de Tenerife, donde en un pequeño salón, “abarrotado” de gente, ésta interpreta y baila isas, folías, malagueñas y el popular tanganillo o tajaraste de Teno. Viene mucho público de fuera, pero los visitantes dan prioridad a las gentes del lugar, que se reservan para el tajaraste, para el que establecen una verdadera competición entre bailadores y tocadores, que van incrementando el ritmo hasta lo frenético, que solo acaba con el abandono por cansancio de alguno de los dos bandos. Pasada la media noche llega el momento más esperado, la colocación de la piñata, de la que cuelgan cintas de colores. A continuación, las parejas se colocan en círculo y van bailando al son de la “Isa de la Piñata”, mientras que las mujeres se acercan y por turnos tiran de una de las cintas hasta que alguna logre abrir la piñata y da por terminado el baile. Ramón me habla de Pedro González mientras de sus ojos veo salir una pequeña lágrima de emoción, tenía mucha amistad con él, gran persona y defensor durante muchos años de nuestras tradiciones y especialmente de la Piñata de Teno. Con cierta pena y nostalgia abandonamos el caserío de Teno y ponemos rumbo al Puerto de la Cruz.
Nos bajamos muy cerca de la plaza del Charco, algo cansados del viaje nos refrescamos en el chorro del Muelle, pronto escuchamos el ritmo de tambores y chapas junto al repetido estribillo “¡Cabezón, son, son, que la culebra la mato yo!”, nos acercamos a ver la representación, que según me comenta mi compañero de viaje, pertenece al denominado folclore de la inmigración, traído a las islas por emigrantes retornados de Cuba. Es una manifestación cultural de carácter festivo en la que se mezclan la música, la danza y la representación escénica. Los primeros en salir son los alumnos de los colegios del Puerto de la Cruz, que, después de meses de ensayo, realizan el curioso ritual de matar a la culebra y luego salen los mayores. Los distintos grupos están formados por niños y mayores pintados de negro, vestidos con ropas caribeñas blancas con una flor roja en sus sombreros de paja, diferenciándose así del “mayoral”, que lleva botas camperas, capa roja y látigo. Una representación que muestra la lucha del Bien contra el Mal, representado en la culebra.
Ramón me dice que falta poco para terminar mi viaje y con un giro de reloj nos traslada a la isla más oriental del archipiélago, Lanzarote. Rodeado de máscaras pintadas toscamente en colores con cuernos de cabra, visten ropa blanca pintada con franjas negras y rojas formando rombos. Llevan correas de cuero con campanas y cascabeles. En la mano, un palo con una bolsa de piel, lleno con un trozo de tela, con la que golpean el suelo y a quien se les aproxime, en un juego que no pretende dañar a nadie, sino divertir, y para el que salen a las calles corriendo detrás de niños y jóvenes, gritando y asustando a los asistentes. Los Diabletes son una de las tradiciones patrimoniales, históricas y campesinas más antiguas de Canarias.
Solo con girarnos vemos la curiosa parranda de Los Buches, que abren el coso del Carnaval de Arrecife. Sus colores, sus ropas y su música nos trasladan a tradiciones relacionadas con el mar y las costumbres marineras del carnaval en el pueblo de Lanzarote. Los portadores de los buches llevan vejigas de grandes peces que, secos, curtidos e inflados, los utilizan para golpear a la gente de forma suave, a manera de juego, y la parranda de los músicos canta “la batea del gofio”… “Desde que llega febrero, los marineros van llegando y, para los carnavales, los buches se van hinchando”, los músicos se diferencian de los portadores de buches porque no llevan la bonita máscara de rejilla en la que se dibuja un rostro, diseño en el que colaboró Cesar Manrique.
Con la alegría en el cuerpo regresamos al Puerto de la Cruz de Tenerife, Ramón me cuenta que Mascarita Ponte Tacón es uno de los carnavales más jóvenes, divertidos y accidentados de Canarias. Pudimos ver más de un “taponazo” contra el suelo de sus alegres participantes, que recorrían un pequeño maratón de obstáculos en una calle adoquinada y sobre grandes tacones de más de diez centímetros. Las risas de mi compañero no pararon en todo momento, me dice que el próximo año se apunta a tal singular “tenderete”.
En un último viaje en el tiempo el minutero de nuestro reloj se dirige a tierras del Mencey Acaymo en el Valle de Güímar en la isla de Tenerife. Nos reciben lenguas de fuego y música de batucadas en una de las representaciones más “bestiales” del carnaval isleño. La leyenda cuenta que a media noche las burras se convierten en brujas y en un apasionado aquelarre atraen al maligno que es derrotado por el Arcángel. Una cuidada representación de la lucha del Bien y del Mal que termina con la quema del diablo que representa el final del carnaval, grandiosa representación que tiene otras similares en Canarias como son el Perro Maldito de Valsequillo o el Perro Maldito de La Galga, pero esas son otras historias, como dice Ramón.
Con los primeros rayos del sol y el ruido de las máquinas limpiadoras me despierto en el frío banco de piedra, solo ha pasado una hora desde que conocí a Ramón, pero ya no está. ¿Fue todo un sueño? De camino al hotel no paro de repetir una bonita melodía, “¡Cabezón, son, son, que la culebra la mato yo!”. Veo mi cara en el espejo manchada de betún y los flecos de mi traje llenos de polvos talcos, con un agradable dulzor en mi boca a tortitas de carnaval.
Pasan los días, recorro la isla, hablo con sus gentes, veo sus paisajes, y pronto regreso a mi pueblo a miles de kilómetros de distancia. Hoy solo espero que llegue febrero para regresar al Sur a mi carnaval isleño.
Juan Agustín Pérez Pérez (Tingo) nace en Venezuela en 1955 de padres emigrantes palmeros. Profesor de dibujo y fotografía, fotógrafo documental y creativo con más 45 años de experiencia, dedicado a la docencia y al estudio de las tradiciones y fiestas de Canarias.
Las fotografías y textos son un pequeño avance del contenido del libro Fiestas de Canarias, que se publicará en los próximos meses, un trabajo de mas de 20 años recorriendo las pequeñas fiestas y tradiciones de las ocho islas Canarias. Más de 40.000 fotos de multitud de celebraciones, de las que se recogen 90 fiestas en la publicación, acompañadas de más de 800 imágenes con textos de cada tradición. »
El pasado 2 de enero, Diario de Avisos publica el siguiente artículo de Hugo Luengo titulado ‘Tingo’:
« Conjuramos la llegada del nuevo año 2021 celebrándolo con ‘Fiestas de Canarias’, libro de la autoría de Tingo, Juan Agustín Pérez Pérez, nacido en Venezuela en 1955, hijo de palmeros emigrantes, 30 años profesor de dibujo y fotografía en el Instituto de Granadilla. Fotógrafo vital, como nos muestra en el libro que abrimos y es él. El mismo nos dice que “está para ver, leer y consultar, como las tradiciones vivas es para disfrutar, para llevarnos al conocimiento de nuestras raíces”. Para Tingo la fotografía es “el ojo, un medio para dibujar su pensamiento, vivir de fiesta en fiesta ha sido un paso más en este largo sueño de 50 años”. Donde el paro activo del confinamiento le ha permitido completarlo, ya está en librerías.
La cámara está dentro, con ella entra en escena. De esta obra que es un regalo visual, táctil, de colores, sonidos y olores de nuestras fiestas. Tingo es sinestésico, aquellos que perciben estados sensoriales singulares, no como derivas patológicas de la percepción, sino como atributo genético y adquirido. Y al tiempo es un coleccionista, y como tal embarcado en una aventura sin fin, que le permite ver el mundo desde sí mismo, lo que no evita que racionalice sus pasiones. Bajo su mirada el objeto cobra nuevos significados. Disecciona las Fiestas de Canarias en 10 grupos, Diablos, Fuego y Libreas, Agua, Caballos Fufos, Carnaval, Danzas, Arte Efímero, Romerías, San Juan, Vino y Castañas y Parrandas, donde todos encajan en un ciclo anual sin fin, que se mueve en los círculos continuos de la vida. Aquí selecciona y recrea 91 de las Fiestas de Canarias más singulares.
Todas transportan celebraciones de identidad popular, las esencias del pueblo en su estado más propio; conjuran el miedo, la muerte, la enfermedad y el hambre y el triunfo sobre ellos. En palabras del cubano Fernando Ortiz (Cuba 1940), el sincretismo es un fenómeno de transculturación y mestizaje de culturas. Se produce una simbiosis de ambas en el tiempo y en doble movimiento, acomodación primero para luego asimilarse. Rituales adaptados a la religión cristiana, soportados en la pertenencia de colectivos sociales que pueden no sentirse representados en la ortodoxia oficial. Donde cabría la represión o la tolerancia, la iglesia oficial, en su estrategia de asimilación, asume la coexistencia de rituales paganos en el nuevo contexto social.
Comparten las fiestas el ser relatos de frontera, del fenómeno religioso-simbólico, de guerras de religión, piratas e imperios, de los ciclos del tiempo y de la vida. Asociadas a los cuatro elementos clásicos, agua, fuego, tierra y aire. En Canarias vemos la herencia de los contextos culturales y religiosos europeos, con la América colonial y el sincretismo animista heredado desde Cuba, Venezuela, Brasil, Perú y Argentina, la huella del esclavismo africano y su asimilación por la iglesia. Nos lleva más lejos Joseph Campbell (Nueva York, 1904-Honolulú, 1987) con su obra ‘Las Máscaras de Dios – Mitología Primitiva’, revisada en 2017, donde sostiene patrones comunes en todas las mitologías “precolombinas, polinesias, chinas, mesopotámicas, egipcias, grecorromanas, cristianas”. Identifica lo que Carl Jung llama “arquetipos universales” ligados a los ritos de la naturaleza, las cuatro estaciones del año y las cuatro etapas de la vida, nacimiento, pubertad, fertilidad y muerte. Solo cuento la fiesta de la reciente ‘Romería Barquera de El Médano’, celebrada en los equinoccios de otoño, en honor de la Virgen de la Mercedes de Roja, prodigio de asimilaciones, del rito del agua en la Fiesta del Charco de La Aldea, todos de blanco como los Indianos Palmeros, y donde hay carros como en las Romerías del Norte de Tenerife que son barcos donde puedes integrarte. Para las demás fiestas, el libro se deja abrir por cualquier página y participar. »
Por último, el pasado día11 de enero Diario de Avisos publica el siguiente artículo de Santiago Toste con el titular ‘Viaje fotográfico al corazón de las celebraciones’ :
« La cámara se vuelve invisible y la mirada del fotógrafo se dirige hacia el corazón de la fiesta. Justo a ese lugar en el que se encuentran las personas que, año tras año, la hacen posible. La editorial Turquesa acaba de publicar Fiestas de Canarias, un libro en el que, a través de sus más de 800 imágenes, el lector se adentra en algunas de las más arraigadas celebraciones populares que tienen lugar en el Archipiélago.
Este ambicioso proyecto del sello editorial que dirige José Manuel Moreno es el fruto de más de 30 años de fotografía documental de Juan Agustín Pérez Pérez, Tingo, aunque él está más de acuerdo con la idea de que la autoría del libro en realidad corresponde a quienes aparecen en sus imágenes. “La cámara fotográfica a menudo se convierte en un objeto extraño, en un elemento que invade la intimidad de las personas que, en este caso, mantienen vivas las tradiciones populares en Canarias”, explica Tingo. “En mis fotografías siempre busco la naturalidad, y la mejor manera que tengo de lograrla es integrándome en la fiesta. Cuando acudo a unos festejos, intento hacerlo con días o semanas de antelación, para compartir los momentos previos con quienes los organizan y lleguen a percibirme como uno más”, detalla. “Ese modo de trabajar es el que me permitió captar algunas de las imágenes que figuran en el libro y que de otro modo, sencillamente, hubiera sido imposible obtener”, subraya.
La obra incluye un prólogo del timplista y compositor Benito Cabrera y los textos introductorios del escritor, fotógrafo y guionista pucelano, afincado en las Islas, Ángel Vallecillo.
LA SELECCIÓN
‘Fiestas de Canarias’ ha exigido un laborioso trabajo de síntesis y acotación. De los tres decenios largos fotografiando las celebraciones de las ocho islas del Archipiélago, el libro se ha centrado en los últimos 20 años. Pero además, Tingo ha seleccionado esas más de 800 fotografías de un fondo documental que supera las 35.000 imágenes. Por todo ello, el proceso de selección ha sido complejo, pero también, en palabras del autor, “doloroso”: “Cada fotografía posee una historia detrás, y en ocasiones tiene un valor muy especial para mí que la hace entrañable, aunque no documente ese festejo de la forma en la que yo quería reflejarlo. Hay celebraciones de las que, por ejemplo, cuento con 2.000 o 3.000 fotos, y al final solo he podido incluir doce, diez o quizás únicamente dos”.
UNA IMAGEN DEL MOVIMIENTO
El color y el movimiento son dos constantes en la obra de Juan Agustín Pérez: “Procuro alejarme de las fotografías estáticas. Si, por ejemplo, se trata de un baile, pretendo que quien observe una de mis imágenes pueda ver reflejada la acción, el dinamismo de ese instante. Y lo mismo ocurre con el color, que nos permite acercarnos a la esencia de las fiestas… También recurro mucho a las manos como motivo: las manos que trabajan, las que elaboran esas alfombras de flores, esa poleada, esa comida… Las manos simbolizan la forma en la que cada comunidad prepara sus celebraciones”.
Tingo reúne en este libro un total de 90 fiestas y tradiciones canarias, distribuidas en una decena de capítulos. Desde esa perspectiva que le permite tomar el pulso con regularidad a las diferentes expresiones de la cultura popular, su diagnóstico sobre la continuidad de los festejos es optimista, aunque eso no excluye que también plantee los riesgos que se están corriendo. “La masificación está perjudicando a muchas celebraciones, porque a menudo la gente no respeta su esencia. Si se participa en una fiesta, hay que adaptarse a ella y tratar de reproducir lo que hacen quienes mejor la conocen, no pretender establecer nuevos estilos y normas. De lo contrario, esa fiesta va perdiendo identidad”, sostiene Tingo, al tiempo que valora, en el sentido opuesto, que se estén recuperando o incorporando a la tradición de las Islas muchos festejos. “Por ejemplo, los Toros de Tao, en Teguise (Lanzarote), algo en lo que Benito Cabrera ha tenido mucho que ver, o la iniciativa del Día del Corsario, en Santa Cruz de La Palma, una celebración en la que mucha gente joven se ha implicado hasta lograr consolidarla”, resalta.
LAS AULAS
Precisamente es en la juventud donde Juan Agustín Pérez considera que hay que reforzar la divulgación de las tradiciones isleñas. “Es una asignatura pendiente en las escuelas”, afirma el fotógrafo. “Los escolares son los que podrán garantizar el futuro de nuestras fiestas y deberían conocerlas mucho más. Sin embargo, creo que, en general, es un tema que no se aborda en las aulas de la manera más adecuada, quizás sea por la falta de recursos”, lamenta. “Por eso mi mayor satisfacción sería que los padres y madres que lean este libro y contemplen sus fotografías -comenta Tingo- decidan llevar a sus hijos a conocer y a participar en celebraciones tan interesantes como los Carneros de Tigaday (El Hierro), Los Indianos (La Palma), Los Carros de Chío (Tenerife), Los Achipencos (Fuerteventura), Los Diabletes (Lanzarote) o cualquier otra de estas expresiones populares que se desarrolla en Canarias”. “Es uno de los mejores parques temáticos al que pueden acudir, y también una buena manera de aprender a apreciar nuestras tradiciones y preservarlas”.
PRÓLOGO DE BENITO CABRERA Y TEXTOS INTRODUCTORIOS DE ÁNGEL VALLECILLO
La participación de Benito Cabrera y Ángel Vallecillo es una de las mayores satisfacciones que ha aportado a Tingo esta obra. “Benito no tardó ni un minuto en aceptar mi propuesta para que hiciera el prólogo”, subraya. “En él refleja muy bien lo que pretende ser este libro, pero además habla de mis proyectos, como esa idea de buscar paralelismos entre fiestas canarias y de otros lugares”, explica. “Ángel Vallecillo no solo ha realizado 10 textos maravillosos, sino que, en cierta manera, también me enseñó a escribir unos apuntes biográficos para explicar esta experiencia de vivir de fiesta en fiesta”, concluye el fotógrafo. »
Para acceder a la interesante entrevista que el informativo ‘Buenos días Canarias’ de la Televisión Canaria realizó el 10 de julio de 2020 a Juan Agustín Pérez con motivo de la publicación de su libro ‘Fiestas de Canarias’, pulsar en el siguiente enlace: