Rescatamos un artículo que laopinion.es publicó el pasado mes de julio con el título‘De pueblo de pescadores a vendaval turístico’, cuya autora es la periodista y corresponsal en el Sur de La Opinión de Tenerife, Ylenia Lorenzo, que nos muestra una interesante visión de El Médano:
« Hacía unos 30 grados, pero al menos el viento eterno ayudaba a bajar los calores de los visitantes. Algunos preferían tomarse una caña en uno de los centenares de bares y restaurantes de la zona, mientras que otros elegían refrescarse en la playa o dar un paseo y comprar alguna artesanía en el mercado ambulante. Los más activos, por el contrario, querían aprovechar el vendaval para practicar unas de sus pasiones, el deporte acuático. Esta es la estampa que durante la época de verano ofrece uno de los núcleos costeros más completos que hoy existen en Tenerife, El Médano, aquel antiguo pueblo pesquero que ahora solo vive en el recuerdo de los granadilleros.
Ayer, por ejemplo, tanto las distintas zonas de baño como las terrazas estaban a rebosar y Antonia Robles se percató de ello. Todas las mañanas, sea invierno o verano, se pone su bata y coge su churro de color naranja para ir a nadar. Aunque esta jubilada es chicharrera, vive en este sitio desde hace seis años y en tan solo ese periodo corto de tiempo indicó que ha visto cómo cada vez llegan más y más visitantes, sobre todo en este tiempo estival. Pero ella va a lo suyo, esquivando a la gente para darse un buen chapuzón en Playa Chica porque las áreas más céntricas están más llenas y son de arena, algo que no le gusta porque «te quedas como una croqueta» por culpa del ventarrón. Y es que ese es el principal problema, o virtud según se mire, de El Médano, la ventolera que siempre hay en esta parte del litoral.
Por este mismo motivo, Ana González cogía sol en las escaleras de la playa de Leocadio Machado. «Hace viento, pero al menos refresca y no llueve como en La Laguna, que tuve que salir hasta con un suéter», dijo entre risas la cincuentona.
Para Michael Yokovlev, de 42 años, eso es uno de los principales encantos del lugar. Mientras que sus dos amigos se ponían crema para lanzarse al mar, explicó que lleva años viajando desde Letonia, donde reside, a Granadilla para hacer kiteboarding porque para él es el «mejor sitio del mundo» para ello, no solo por las fuertes corrientes de aire que se dan sino también por la gente «amigable» que hay en la zona.
Lo mismo cree Daniel Méndez, de 28 y ahora residente de El Médano después de entrar en el mundo del kiteboarding hace apenas un año y medio. Fue un amigo suyo el que lo introdujo y ahora no puede parar porque es un deporte que «te cambia la vida». De hecho, fue lo que hizo que se mudara allí y es uno de los pocos canarios que practican esta actividad pues, tal y como afirmó, la realidad es que se encuentra a «más extranjeros» que isleños.
Aparte de ser la «única zona de Tenerife» donde puede dar rienda suelta a su pasión, resaltó que El Médano ofrece muchas otras cosas. «El visitante que viene aquí es diferente al de los centros turísticos más grandes, que lo que buscan es hotel, playa y sol». Por el contrario, el que elige este espacio es «más deportista y más agradable; aquí todo el mundo se lleva bien», puntualizó.
Los precios. Eso es otro de los atractivos que algunos destacan del lugar. Mientras que Ricardo Rodríguez, de 27 años, subrayó que El Médano es «muy barato para vivir», Virginia Molina y Carlos Martín, de 34 y 41, respectivamente, aseguraron que también es económico para pasar el día y comer en uno de los bares y restaurantes. Ella es de Santa Cruz, pero su familia por parte de madre vive en este núcleo granadillero y prefiere pasar el verano ahí que ir a refrescarse a la playa de Las Teresitas ya que se ha «criado» en este punto del litoral. Eso la llevó a recordar junto a su amigo cómo ha cambiado todo con el paso de los años. Tanto Virginia como Carlos, que descansaban junto a la plaza donde de forma eventual había un mercadillo, rememoraron aquel pueblo pescador de antaño, en el que «nos conocíamos todos», para dar paso ahora «al centro neurálgico del turismo» en la Isla, al que cada vez «viene más gente y se quedan viviendo peninsulares y extranjeros».
«Ahora también se van a cargar el litoral con el hotel que quieren hacer en La Tejita», por lo que quedaría un único sitio virgen en Granadilla, el de La Pelada, aunque «desde ahí ya se ve el puerto» industrial que se está construyendo en el municipio, apuntó Carlos con un punto de indignación.
Ricardo Rodríguez, por el contrario, sí apoya la edificación, pero apuntó que siempre y cuando «se haga bien y se cuide la playa». «En el solar donde se quiere hacer aprendí yo a montar en bici y siempre ha dado pena», agregó a la vez que se encargaba de su escuela de kiteboarding.
A unos metros de él estaba José Marrero, sudando del bochorno y de estar sentado bajo el sol durante horas. Este treintañero es uno de los artesanos que se pueden encontrar todos los días en El Médano. Su especialidad, en su caso, son los accesorios, como pulseras y collares, hechos de macramé. Precisamente, esas piezas «son las que más gustan», indicó mientras atendía a una de sus clientas. ¿Pero por qué elige esta zona y no otro núcleo turístico de la Isla para vender sus artículos? Pues porque «aquí hay más ambiente jipi», que es donde mejor se dan este tipo de negocios.
Mientras las gotas de sudor le bajaban por la frente y su cara ya lucía un rojo abrasador, explicó que desde hace más de un año se instala todas las semanas en un rincón de la costa de El Médano para ofrecer sus artesanías, que le dan «para subsistir a veces». Ahora, al menos, este comercio vive su mejor época, el verano.
Así, sentado en un muro, José ve pasar a las centenares de personas que cada día eligen este núcleo de Granadilla para disfrutar de la playa, del deporte acuático o de un refrigerio en una de las terrazas sin importar si hace bochorno, frío y, mucho menos, ese ventarrón eterno. En ese punto del litoral que ha pasado de ser solo para pescadores a convertirse en uno de los principales reclamos para miles de turistas. »