‘Día Mundial de la Tierra’ 2022: “Invertir en nuestro Planeta”

20 May, 2022 | Medio Ambiente, Reflexiones, Sociedad | 0 Comentarios

Con el propósito de conseguir generar mayor conciencia sobre la importancia de la relación de interdependencia que los seres humanos y, por extensión, todos los seres vivos, tenemos con los elementos y componentes naturales que nos rodean y forman parte de nuestro planeta Tierra, cada 22 de abril se conmemora el ‘Día Mundial de la Tierra’ también conocido como el ‘Día Internacional de la Madre Tierra’.

Aunque esta celebración fue aprobada en la Asamblea General de la ONU en 2009, sin embargo tenemos que remontarnos a 1970 para comprender sus orígenes, pues fue ese año cuando el senador y activista ambiental estadounidense Gaylord Nelson impulsó numerosas campañas y manifestaciones a favor del medioambiente y la naturaleza, liderando una concienciación propiciada por una serie de movimientos ecológicos y ambientalistas a partir de la cual se promovió la creación de este día.

Para aquellas primeras movilizaciones se pensó en un día en el que pudiese asistir la máxima cantidad de personas posible, eligiéndose el mismo porque en esas fechas la mayoría de las universidades inician las vacaciones de primavera, porque no coincidía con exámenes y tampoco con otras celebraciones tradicionales de importancia en el país. De esta forma se favorecía la colaboración entre maestr@s y alumn@s en las escuelas. Así Nelson consiguió que miles de organizadores y voluntarios promovieran el día en todo Estados Unidos, logrando movilizar a millones de personas e interesar a la población sobre los problemas comunes que afectaban a tod@s como la contaminación, la conservación de la biodiversidad y los derrames de sustancias tóxicas, entre otras prácticas perjudiciales para el planeta. Esta presión política y social logró que el gobierno norteamericano terminase creando la Agencia de Protección Ambiental y que pusiese en marcha una serie de leyes destinadas a la protección del medio ambiente.

Fue dos años después, en 1972, cuando se celebró la ‘Cumbre de la Tierra de Estocolmo’, primera conferencia internacional sobre el medio ambiente, mediante la cual se buscaba sensibilizar a los líderes mundiales acerca de la magnitud de los problemas y amenazas a que se enfrentaba el medio ambiente, cuyo efecto se conoció como ‘el espíritu de Estocolmo’.

Aunque el ‘Día Mundial de la Tierra’ no se oficializó hasta años más tarde, se puede decir que éste se conmemoró por primera vez ‘a lo grande’ y en todo el mundo en 1990, resultando un gran éxito ya que más de 1.000 ONG organizaron actos en 140 países a los que se estima que asistieron unos 200 millones de personas. Fue a partir de ese momento que el movimiento ecologista fue cogiendo cada vez más fuerza hasta que la ONU oficializó definitivamente el ‘Día de la Tierra’ en 2009, una celebración que cada vez ha ido cogiendo más relevancia dado el deterioro al que hemos sometido a nuestro Planeta y que nos recuerda la importancia de potenciar la conciencia medioambiental hasta el punto que en la actualidad esta cuestión, con relación al cambio climático, centra la atención de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual contempla 17 objetivos sobre los que trabajar aprobados en 2015 por todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas.

La Tierra, como lugar donde conviven una infinidad de especies de todo tipo, es un espacio natural único en el que encontramos una serie de recursos que nos sirven para satisfacer nuestras necesidades biológicas, económicas, sociales y culturales, los cuales son la base del desarrollo de las condiciones de vida pero de los que los seres humanos no hemos hecho un uso sostenible, de manera que en la actualidad tenemos una serie de problemas ambientales que se agravan cada vez más como el ‘calentamiento global’, el ‘cambio climático’, la ‘pérdida de la biodiversidad’, el ‘deterioro de la capa de ozono’ o la ‘contaminación de nuestros mares’, entre otros, los cuales han provocado un considerable deterioro de las cualidades naturales de la Tierra. Por ello, la conmemoración del ‘Día Internacional de la Madre Tierra’ cobra cada vez más sentido.

Por la trascendencia de su mensaje, dicha conmemoración no tendría que limitarse a un sólo día, sino que por el contrario debería generar en cada ser humano un compromiso ambiental para toda su vida, pues a lo largo de ésta seremos los responsables directos, con cada una de nuestras acciones, de la mejora de las condiciones ambientales o por el contrario de aumentar los efectos negativos que pueden llegar a ser irreversibles.

Hay una acción muy tradicional, difundida y sencilla relacionada con el cuidado medioambiental y con la que contribuimos a la mejora de la calidad del aire, como es la de plantar un árbol. El mensaje que con ello se da es que no se trata sólo de plantarlo en el suelo y dejarlo para que crezca sin más, sino que requiere compromiso y cuidado. Con ello se traslada el mensaje que de igual manera cualquier acción a favor de nuestro planeta debe ser constante y sostenible para obtener resultados favorables. Es decir, que nuestra responsabilidad para con el planeta tiene que ir más allá de sólo nuestra voluntad, pues implica actuar constante y concretamente con acciones, ya sean pequeñas o grandes, que irán sumándose a otras para poder alcanzar un ‘desarrollo sostenible’.

Por ejemplo, el efecto del ‘cambio climático’ que está teniendo un enorme impacto negativo en el planeta, deteriorándolo hasta límites insospechados, y que también afectará a nuestras vidas ya que incide enormemente en nuestra salud. Es por ello que reducir las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero es y será por mucho tiempo uno de los objetivos principales en la lucha contra el cambio climático y para la protección medioambiental de nuestro Planeta.

Una de las graves consecuencias directas que con ello sufre la Tierra es el peligroso deshielo que sufren los polos, a lo que hay que sumar otros importantes aspectos derivados del maltrato a la que la estamos sometiendo, como es la extinción de innumerables especies de animales y el empeoramiento de su hábitat, la deforestación de enormes superficies de bosques o los elevados niveles de contaminación, cada uno de los cuales es por sí solo un motivo que justifica que el Día Internacional de la Tierra (o Earth Day) se llene de necesarias reivindicaciones y mensajes que calen en la población.

Así, el tema o mensaje que se eligió para este año es “invertir en nuestro planeta”, mediante el cual se insta a actuar, a innovar y a implementar de forma audaz cambios que permitan promover alianzas entre las empresas, la sociedad y las administraciones de manera que podamos garantizar la supervivencia del planeta para las próximas generaciones. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se vienen haciendo por mejorar o al menos no deteriorar más la salud de nuestro planeta, se hace evidente la necesidad de más inversión para afrontar los nuevos desafíos que a medida que pasa el tiempo se vuelve más exigente.

En este sentido, el último informe sobre el Estado del Financiamiento de la Naturaleza, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Foro Económico Mundial y la Iniciativa Económica de la Degradación de la Tierra, indica la urgencia de aumentar las inversiones en naturaleza “para cerrar las brechas de financiamiento climático y de biodiversidad y para ocuparse de la necesidad de acelerar la restauración de la tierra en todo el Planeta”, resaltando que para ello las inversiones actuales “deben triplicarse para el año 2030”.

La pregunta a resolver es: ¿cómo de necesaria es esta inversión que se reclama para nuestro planeta?. El mencionado informe expresa que se necesitaría una inversión de 8,1 billones de dólares en el año 2050 para poder abordar con garantías la triple crisis planetaria que padecemos: la ‘climática’, la de ‘biodiversidad’ y la de ‘degradación del suelo’, lo que supone una inversión anual de 536.000 millones de dólares, muy superior a la actual tal como lo demuestra las cifras del año 2020 cuyo presupuesto que los gobiernos, empresas e instituciones financieras destinaron a soluciones basadas en la naturaleza fue de tan sólo 133.000 millones de dólares, equivalente aproximadamente a una quinta parte de la que reclama el informe sobre el Estado del Financiamiento de la Naturaleza.

Del total del agua, que en sus diferentes estados ocupa el 70% de la superficie del Planeta -circunstancia que hace que se le llame ‘planeta azul’-, casi el 68% se corresponde con el hielo de los polos, por eso es tan importante luchar contra su deshielo acelerado por el cambio climático.

¿Cómo empezar haciendo gestos por la salud del Planeta?: Además de reivindicar y alertar sobre la protección y cuidado que precisa nuestro Planeta, la conmemoración del ‘Día de la Tierra’ nos invita a empezar a tomar acciones a quienes aún no lo estamos haciendo, proponiéndonos asumir hábitos que ayuden al Planeta y a nosotr@s mism@s, siendo una buena forma de arrancar empezar por pequeños gestos como el de hacer un ‘uso racional y eficiente de la energía’ en nuestras casas, ‘reducir la cantidad de desechos’ y ‘clasificar nuestra basura’.

¿POR QUÉ DEBEMOS INVERTIR EN NUESTRO PLANETA?

Como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 y la agitación política y social que eso supuso, la humanidad ha experimentado un creciente cambio de conciencia ambiental indicador de que es un momento propicio para cambiarlo todo. Así lo vemos por ejemplo con el ‘cambio climático’, que amenaza nuestro bienestar y el del Planeta, provocando efectos peligrosos en la naturaleza y afectando la vida de millones de personas en todo el mundo. A pesar del esfuerzo para reducir los riesgos, que está siendo más teórico que práctico, en las próximas dos décadas el planeta tendrá que hacer frente a diversos peligros climáticos si entre tod@s no conseguimos antes reducir el calentamiento global.

La inversión equilibrada en nuestro Planeta en medidas que permitan adaptarnos al cambio climático y en soluciones para preservar la biodiversidad es esencial para asegurar nuestra vida tal y como la conocemos. De hecho, de acuerdo con el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), es necesario tomar urgentemente medidas de adaptación al cambio climático, sin embargo los avances en este sentido no son consecuentes.

Precisamente, la primera traba que impide avanzar convenientemente para poder adoptar medidas eficaces en este sentido es el desequilibrado nivel de inversiones, pues las comunidades con menores ingresos tienen muchas más dificultades para tomar medidas que preserven el Planeta y aseguren su sostenibilidad, y las brechas entre las medidas adoptadas y lo que en realidad se necesita para hacer frente a los riesgos crecientes son cada vez más profundas.

Las empresas tanto privadas como públicas, así como las asociaciones, las administraciones y la sociedad en general tienen el deber de incorporar a la naturaleza dentro del sistema económico, promoviendo y llevando a cabo políticas que favorezcan su cuidado, así como invirtiendo en formación, divulgación y construcción de sistemas que permitan adaptarnos a nuevos desafíos climáticos, pues los efectos del calentamiento global son una realidad y a la sociedad no le queda otra que buscar la ‘resiliencia’ cambiando su modo de vida.

Invertir en educación ambiental es ‘vital’ para que las generaciones venideras aprendan a cuidar y a respetar el Planeta, sean conscientes de sus limitaciones y puedan aprovechar todo su potencial sin dañarlo. El conocimiento adquirido, además, dotará a la humanidad de la necesaria ‘inteligencia ambiental’ para afrontar nuevos desafíos sin consecuencias negativas para la naturaleza.

Es importantísimo no olvidar que los recursos naturales de nuestro Planeta son la base del sistema económico mundial, y que sectores como el agrícola y el alimentario dependen íntegramente de la naturaleza. Por ello es indispensable invertir en acciones sostenibles y abordar los retos futuros y presentes como son la seguridad alimentaria, la seguridad y sostenibilidad del agua o la pérdida de la biodiversidad.

En definitiva, el ‘Día de la Tierra’ nos conciencia que no sólo es un día importante para el Planeta y quienes lo habitamos, sino también para los derechos humanos, pues tenemos que entender que su cuidado es responsabilidad de tod@s y que de tod@s depende la alianza con él. Porque “si no invertimos en nuestro planeta, no habrá un futuro posible”. Porque “la Tierra no pertenece al ser humano, es el ser humano el que pertenece a la Tierra”. Porque “la Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.

Propuestas prácticas para comprometernos con el Planeta:

• Recordar las «tres erres»: Reciclar, Reutilizar y Reducir el cosumo.


• Sustituir las lámparas convencionales por otras de bajo consumo.


• Promover las energías ‘renovables’ y reducir el uso de las ‘fósiles’.


• Plantar un árbol.


• Enseñar la importancia de cuidar del medio ambiente.


• Comer menos carne y productos
ultraprocesados, con lo que además mejoraremos nuestra salud.


• Realizar una
limpieza social de los lugares abandonados de nuestro entorno.


• Dejar de utilizar bolsas de plástico y emplear bolsas de tela o reutilizables.


• Usar más la bicicleta y el transporte público.


• Practicar deportes al aire libre y en contacto con la naturaleza.


• Conocer la Tierra es ‘quererla’.

Por último, reproducimos dos interesantes artículos publicados con motivo de la conmemoración del ‘Día del Planeta’ 2022, que por su contenido nos invitan a una profunda reflexión:

1) Con el titular ‘La ONU insiste en apremiar al mundo a invertir en el planeta’, El Confidencial publicaba el siguiente artículo de José Luis Gallego:

« Bajo el lema Invertir en nuestro planeta’, la celebración del Día Internacional de la Madre Tierra de este año vuelve a señalar la necesidad urgente de realizar las inversiones necesarias para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el planeta.

Como alertó uno de los científicos más lúcidos y trascendentales de todos los tiempos, el doctor Stephen Hawking, cosmólogo, físico teórico y matemático, máximo conocedor del universo y el funcionamiento del planeta: “La actividad humana está alterando de manera tan severa el sistema climático y los ecosistemas del planeta, que podría cambiar para siempre las condiciones que hacen posible la vida en la Tierra”.

Pero nuestra actividad también puede encaminarse en sentido contrario. Para ello es necesario detener los procesos destructivos que están alterando la salud de los ecosistemas y el sistema climático e impulsar las inversiones necesarias para revertir el deterioro y salvaguardar dichas condiciones. Y si sumamos nuestros esfuerzos todavía estamos a tiempo de lograrlo.

En nuestra errónea convicción de que La Tierra y sus recursos nos pertenecen en exclusiva hemos puesto a prueba todos los mecanismos de autodefensa con los que cuenta el planeta para sustentar la vida, y ahora sabemos que dichos mecanismos son mucho más vulnerables a nuestras agresiones de lo que creíamos.

Desde las profundidades del mar hasta las capas más altas de la atmósfera, la alteración de ese orden natural que el planeta tardó millones de años en propiciar para hacer posible nuestra existencia ha sido tan grave, especialmente a lo largo de los últimos dos siglos, que hemos alcanzado un punto en que amenaza seriamente con colapsar.

Tal y como señalaba la ONU en su informe sobre el Estado del Financiamiento de la Naturaleza publicado hace ahora un año, la humanidad debe acelerar la restauración de los ecosistemas dañados en todo el planeta, y esa meta debe implicarnos a todos, incluyendo por supuesto a las grandes compañías y el sector financiero. El informe llega a indicar incluso el volumen de las inversiones que deben acometerse para lograrlo.

El documento, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Foro Económico Mundial y la Iniciativa de la Economía de la Degradación de la Tierra, destaca que las inversiones en la naturaleza deben triplicarse para 2030 y multiplicarse por 4 antes de 2050 y que las economías más fuertes, como las de los países que integran el G20, deben promoverlas en el sector privado creando oportunidades de inversión privada basadas en la naturaleza. El objetivo para atender las necesidades de restauración y reparación es alcanzar un total de 8,1 billones de dólares antes de 2050.

La mayoría de los beneficios de la naturaleza carecen de valor de mercado, aun proporcionando la base de la prosperidad

El estudio reconoce que, siendo cierto que las cantidades son muy elevadas, las pérdidas económicas derivadas de las crisis climática, como los daños asociados al creciente número de fenómenos meteorológicos extremos o las enfermedades zoonóticas (como la covid) vinculadas a la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de bioviversidad, son aún mucho mayores.

Más allá del sólido argumento de asegurar nuestra propia supervivencia en el planeta, la evaluación coste – beneficio refuerza aún más la oportunidad de invertir en sostenibilidad a fin de mejorar la salud de los ecosistemas, mitigar los efectos del cambio climático y atender con las suficientes garantías los principales retos sociales a los que nos enfrentamos: como la seguridad alimentaria, el acceso al agua potable y de saneamiento y la mejora de la resiliencia de nuestros asentamientos ante el aumento de catástrofes naturales.

El informe presenta algunos casos de estudio llevados a cabo en diversas partes del mundo para ilustrar las posibilidades de abordar el cambio climático y la degradación del medio ambiente mediante soluciones basadas en la naturaleza. Asimismo considera que a medida que las empresas entiendan mejor las oportunidades, surgirán o se fortalecerán productos financieros con rendimientos atractivos que permitan la puesta en marcha de dichas soluciones.

También aboga por la puesta en marcha de cambios sistémicos a todos los niveles, incluida la necesidad de que los productos que consumimos contemplen su coste real, teniendo en cuenta su huella ecológica. En ese sentido se indica que las empresas y las instituciones financieras deben divulgar los riesgos financieros relacionados con el deterioro del clima y la naturaleza, y los gobiernos deben reorientar las políticas fiscales agrícolas y los aranceles para contribuir a detenerlo.

Como indica la ONU, este Día de la Tierra es el segundo que se celebra dentro del Decenio para la Restauración de Ecosistemas, recordándonos que ellos son los que sustentan todas las formas de vida de la Tierra, por lo que necesitamos preservarlos impulsando el necesario cambio hacia una economía más sostenible, un nuevo modelo que funcione tanto para las personas como para el planeta y que promueva un desarrollo de nuestras sociedades en armonía con la naturaleza.

En ese mismo sentido, el informe Hacer las paces con la naturaleza’ advierte que los sistemas económicos, financieros y productivos pueden y deben transformarse para dirigir e impulsar el cambio hacia la sostenibilidad y que la sociedad debe incluir el capital natural en la toma de decisiones, eliminando los subsidios perjudiciales para el medio ambiente para invertir en una transición ecológica hacia un futuro sostenible.

Entre las conclusiones elaboradas desde la perspectiva económica, el informe subraya que la naturaleza es un activo fijo vital, que proporciona muchos bienes y servicios esenciales, y que los parámetros convencionales, como el producto interno bruto (PIB), sobrevaloran el actual sentido de progreso económico porque no dan cuenta fielmente de los costos de la degradación del medio ambiente ni reflejan la disminución del capital natural.

La riqueza inclusiva, es decir la suma del valor del capital natural, humano, manufacturado y social, es una forma más adecuada de medir el progreso real y sostenible de una sociedad. La práctica actual de excluir el valor de la naturaleza y los costos de su degradación de la contabilización económica y los precios de mercado, junto con el impacto de las subvenciones perjudiciales para el medio ambiente, como las destinadas a la agricultura industrial y la energía de los combustibles fósiles, plantea un riesgo cada vez mayor para las economías y sociedades.

Estamos pues ante una oportunidad inmejorable de poner en valor el capital natural y revertir los procesos derivados de nuestra actividad que lo están llevando a la quiebra. La gran oportunidad, también económica, es invertir en el planeta. »

2) Con el título ‘El calentamiento global acelera el ciclo del agua y provocará más tormentas’, el pasado día 3 la Agencia EFE publicaba:

« El calentamiento global está acelerando el ciclo del agua, con consecuencias climáticas relevantes como la intensificación de las tormentas en zonas concretas y un aumento del deshielo en los polos, según un nuevo estudio liderado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona. El trabajo, que publica la revista «Scientific Reports«, ha analizado datos de la salinidad superficial de los océanos obtenidos por satélite, que han complementado con las medidas in situ y han mejorado la precisión de los modelos oceánicos.

Según ha explicado la investigadora del ICM-CSIC Estrella Olmedo, esta aceleración del ciclo del agua se debe a un aumento de la evaporación del agua de los mares y océanos a consecuencia del aumento de la temperatura. Como resultado de ello, hay mayor cantidad de agua circulando en la atmósfera en forma de vapor, el 90 % de la cual acabará precipitando de nuevo en el mar, mientras que el 10% restante lo hará sobre el continente.

«Las tormentas podrían ser cada vez más intensas, y este incremento del agua en circulación por la atmósfera podría explicar el aumento de lluvias».

«La aceleración del ciclo del agua tiene implicaciones tanto en el mar como en el continente, donde las tormentas podrían ser cada vez más intensas, y este incremento del agua en circulación por la atmósfera podría explicar el aumento de lluvias que se está detectando en algunas zonas polares, donde el hecho de que llueva en vez de que nieve estaría acelerando aún más el deshielo», según Olmedo. El trabajo también pone de manifiesto que la disminución del viento en algunas zonas del océano, que favorece la estratificación de la columna del agua, es decir, que el agua no se mezcle en la dirección vertical, podría también estar contribuyendo a la aceleración del ciclo del agua.

«Donde el viento ya no es tan fuerte, el agua superficial se calienta, pero no intercambia calor con las aguas de abajo, permitiendo así que la superficie se vuelva más salina que las capas inferiores y que el efecto de la evaporación pueda observarse con medidas satelitales», ha detallado Antonio Turiel, otro de los autores del estudio.

Según este investigador, «esto nos indica que la atmósfera y el océano interactúan de una forma más fuerte de lo que imaginábamos, con consecuencias importantes sobre los continentes y los polos». Para hacer el estudio, los científicos analizaron datos de salinidad superficial -la que miden los satélites- de diferentes zonas del océano.

A diferencia de los datos de salinidad subsuperficial -obtenidos con instrumentos in situ-, los datos satelitales les permitieron detectar esta aceleración del ciclo del agua y, por primera vez, el efecto de la estratificación en regiones muy extensas del océano. A su juicio, esto se debe a la capacidad que tienen los satélites de medir datos continuamente, independientemente de las condiciones ambientales y la accesibilidad de las distintas zonas del océano.

«Hemos podido ver que la salinidad superficial está mostrando una intensificación del ciclo del agua que la salinidad subsuperficial no muestra. En concreto, en el Pacífico hemos visto que la salinidad superficial decrece de forma más débil que la subsuperficial y hay un incremento de la temperatura superficial del mar y un decrecimiento de la intensidad de los vientos y de la profundidad de la capa de mezcla», según Olmedo.

Los científicos han usado algoritmos y otros productos de análisis de datos que el Barcelona Expert Center (BEC), adherido al ICM-CSIC, ha generado estos últimos años para la Agencia Espacial Europea (ESA) con la intención de mejorar las observaciones de salinidad de los océanos, esenciales para comprender la circulación oceánica, uno de los factores clave para entender el clima global.

Según los científicos, esta circulación depende, básicamente, de la densidad del agua, que viene determinada por su temperatura y salinidad. «Por eso, los cambios en estos dos parámetros, por pequeños que sean, pueden acabar teniendo consecuencias importantes sobre el clima global, lo que hace imprescindible monitorizarlos de cerca», ha concluido Turiel. »

[facebook-page href="https://www.facebook.com/larendijaes" width="300" height="500" tabs="timeline, events, messages" show_cta="true" small_header="false" align="left" hide_cover="false" show_facepile="false"]