Deseos para 2022 con el ‘aliento’ de Daisaku Ikeda

5 Ene, 2022 | Reflexiones, Sociedad | 0 Comentarios

Afrontamos un nuevo año 2022 que deseamos esté lleno de paz, amor y felicidad para tod@s, en el que la solidaridad, la tolerancia y el respeto conformen la bandera de nuestras vidas. Para ello y como motivación para lograr ese compromiso, proponemos las siguientes ‘frases de aliento’ del maestro Daisaku Ikeda, actual presidente de la SGI (Soka Gakkai Internacional), una organización budista laica que mediante el desarrollo de un espíritu basado en la determinación, la constancia y la actitud positiva promueve la paz, el diálogo y el compromiso social entre sus adept@s, cuyo objetivo es conseguir la ‘felicidad’ de todos los seres humanos sin distinción:

La búsqueda permanente de los propios intereses no nos dará una felicidad auténtica. El gran camino de la felicidad genuina se abre cuando nos esforzamos en bien de los semejantes.

Las acciones serias y sinceras que surgen de convicciones sólidas y de una determinación firmemente arraigada abren camino en medio de las circunstancias más difíciles.

Si uno es sincero en sus interacciones con los demás, naturalmente se encontrará rodeado de buenos amigos.

La victoria se reduce a no desistir jamás. Lo que abre el camino hacia el éxito es el espíritu de lucha indómito, apasionado como la llama que arde con más brío ante los obstáculos.

Es mucho más valioso relacionarse con los demás viendo sus fortalezas; uno no gana nada cuando solo tiene ojos para criticar las imperfecciones ajenas.

Sigan avanzando, así sea uno o dos pasos, a su propio modo. Quienes viven su existencia plenamente hasta el final, sin dejarse perturbar por el clamor y la estridencia que los rodean, son verdaderos triunfadores.

Los «tesoros del corazón» son las riquezas que cultivamos en nuestro interior. Se refieren a la clase de fortaleza que no puede ser abatida por ninguna tribulación; a la capacidad creativa de concretar una existencia plena, con alegría y vitalidad inagotables. Esa es la fuente de la felicidad indestructible.

Si uno se vuelve pasivo, se sentirá limitado e infeliz, aunque viva en el entorno más libre. A la inversa, si adopta una actitud positiva y se desafía resueltamente sentirá libertad incluso en el contexto más restringido que pueda estar.

Sean como el sol. Si lo hacen, disiparán la penumbra a su alrededor. Pase lo que pase, vivan con la convicción y la seguridad de que ustedes son un sol en sí mismos. Por supuesto, en la vida hay días de sol y días nublados. Pero el sol sigue brillando siempre, incluso detrás de las nubes. Aunque estén sufriendo, es vital que siempre mantengan despejado el sol de su corazón.

Una relación que se establece con una sola persona basada en la integridad y en la confianza crea un círculo de amistad que se amplía para incluir a muchos otros. Por eso, es importante apreciar a cada persona y tratarla con sinceridad y respeto.

En tanto prosiga su curso la historia de la humanidad, tendremos por delante el desafío perenne de establecer, mantener y fortalecer la paz a través del diálogo, y de hacer de éste el camino certero y firme hacia la paz. Debemos sostener y proclamar esa convicción una y otra vez, sin inmutarnos ante el frío menosprecio o las críticas escépticas que nos dirijan los demás.

Es importante mantener las promesas que uno le hace a un amigo. Esto hace al sentido genuino de la amistad. Pero para ser así, primero debemos aprender a cumplir lo que nos hemos prometido a nosotros mismos.

La dulzura de una existencia bien vivida solo se disfruta de verdad cuando abrigamos un gran propósito. Un propósito que sea nuestro, del que nos sintamos propietarios. No hay ninguna necesidad de compararnos con los demás. Cada uno debe elegir sus metas y avanzar hacia ellas a su propio modo personal.

Es importante tener la valentía de decir lo que debamos, en el momento crucial.

Cuando perdemos la voluntad de luchar, nos volvemos más susceptibles de enfermar y de envejecer. Sólo cuando luchamos vigorosamente y superamos toda clase de dificultades podemos construir felicidad en nuestra vida.

La amistad, en última instancia, depende de uno, no del otro. Lo que cuenta no es lo que habremos de llevarnos de una relación, sino lo que aportamos.

Debemos construir una sociedad que no solo persiga el beneficio a corto plazo como meta. Para eso, el primer paso es respetarnos a nosotros mismos y vivir con dignidad, confianza en nosotros mismos y orgullo. La gente de este calibre puede tratar a sus semejantes con respeto.

La existencia es una contienda contra el sufrimiento. Cuando asumimos esa lucha y triunfamos sobre nuestros problemas, nuestra vida resplandece. En otras palabras, nuestro destino, cualquiera sea la forma que tome, nos brinda la oportunidad para extraer nuestra verdadera luz interior.

Es cierto que el odio y la guerra se expanden, pero también pueden hacerlo la cooperación y la paz. Los sentimientos positivos que surgen de la solidaridad pueden trascender las diferencias ideológicas y propagarse en los corazones.

Lo importante no es compararnos con los demás, sino con lo que nosotros mismos éramos antes. Si hemos avanzado, aunque sea un solo paso, quiere decir que hemos logrado algo valioso.

Abrir nuevos caminos es dificíl, pero dar continuidad a esa labor requiere mucho más esfuerzo. Sin el cual, los caminos que hemos abierto se cerrarán.

24 de eneroCuando tenemos la valentía de dialogar, podemos crear olas de comprensión y empatía, y generar cambios en el mundo.

El diálogo puede compararse con el flujo de las olas. Así como éstas pueden cambiar la forma de las rocas, intercambiar opiniones de manera sincera y abierta puede transformar el recelo en confianza.

Según la perspectiva budista, es imposible construir la felicidad personal a costa del sufrimiento de los demás.

En definitiva, la única forma de tener buenas amistades es ser, uno mismo, un buen amigo. Las buenas personas buscan la compañía de gente buena.

Cuando olvidamos el deseo de aprender y de superarnos nos tornamos apáticos y complacientes. Con una actitud así sólo nos espera la derrota y el retroceso. Sólo desafiándonos constantemente y avanzando sin pausa, podemos experimentar el dinamismo de la vida y alcanzar la victoria genuina.

4 de febreroUno nunca se arrepiente cuando se arma de valor y se desafía en pos de algo que anhela. Es muy triste pasar la vida lamentando «Si hubiese tenido un poco más de osadía…». Cualquiera sea el resultado, lo importante es dar un paso adelante por el camino que consideramos correcto.

La determinación sólo adquiere significado si va seguida de acción y de resultados concretos. La determinación sin iniciativa es sólo un deseo.

Los problemas que afectan a la humanidad son abismales por su complejidad y hondura. Aunque sea difícil establecer por dónde comenzar o cómo hacerlo, no consintamos jamás el cinismo o la parálisis. En cambio, iniciemos la tarea en la dirección que nos parezca correcta. Rehusemos la tentación de conformarnos pasivamente con nuestra realidad y emprendamos el reto de crear algo nuevo.

No importa cuánta riqueza o fama hayamos adquirido, si en nuestros últimos años continuamos arrastrando odios y rencores nuestra vida habrá sido miserable y desdichada. Los verdaderos triunfadores son los que han logrado elevar su estado de vida hasta un punto en que pueden aceptar a todas las personas con empatía y amor.

Hay revoluciones de toda índole: políticas, económicas, científicas y artísticas. Cada una tiene su importancia y, a veces, incluso su necesidad. Pero por mucho que uno cambie las cosas, el mundo no mejorará mientras los seres humanos —que somos la fuerza generadora e impulsora de todas las actividades— sigamos siendo egoístas e indiferentes al otro. En ese sentido, la revolución humana es la transformación más profunda y esencial de todas, y también la más necesaria para la humanidad.

Desde el punto de vista de la eternidad, no hay demasiada diferencia entre una vida «corta» y una «larga». Lo que importa es la forma en que vivimos, más que la duración concreta de la vida en años. Lo fundamental es lo que hayamos logrado, el número de personas a quienes hayamos ayudado a ser felices y la medida en que hayamos elevado nuestro estado de vida.

La vida tiene un potencial verdaderamente insondable. Y por fin comenzamos a darnos cuenta del tremendo poder que posee. Por eso, jamás descartemos o menospreciemos a nadie. Y, por empezar, no nos pongamos límites a nosotros mismos. En la mayoría de los casos, nuestras limitaciones no son más que la propia decisión de limitarnos.

Las acciones serias y sinceras que surgen de convicciones sólidas y de una determinación firmemente arraigada pueden abrir camino en medio de las circunstancias más difíciles.

En la escuela se suele etiquetar a las personas desde chicos; están los «inteligentes» y los «no tan brillantes». Pero esto no tiene verdadera importancia. El capital que nos permitirá avanzar en la vida es la energía de perseverar y de terminar lo que hemos resuelto lograr.

La sinceridad pulsa las cuerdas del corazón y trasciende las fronteras: es el lazo que une a las personas.

Las cosas no siempre marchan según lo planeado. De hecho, la vida es una sucesión de acontecimientos inesperados. Lo importante es no perturbarse ante tales cambios, sino utilizar nuestra sabiduría para crear el resultado más positivo. Esa flexibilidad y adaptabilidad son signos de una verdadera fortaleza.

Cada uno de nosotros debe tener la determinación de servir como peldaño para la siguiente generación. La clave para forjar futuros líderes es estar decidido a contribuir al desarrollo de los demás con el objetivo de que ellos nos superen.

No son la elocuencia ni las palabras bonitas y adornadas las que conmueven genuinamente a las personas. Lo que inspira a los demás a levantarse es el clamor sincero que surge de las honduras de la vida. Alentar significa llegar al corazón de quien nos escucha y estimularlo con la fuerza de nuestra pasión.

La lucha por la paz, como la lucha por los derechos humanos y por la humanidad, no es como llegar a la cumbre de una montaña y, por fin, ver todo el panorama final desde la altura. Antes bien, debe ser concebida como la labor de generar un compromiso ininterrumpido e imparable que enlace una generación con otra y se transmita de una a otra como legado.

En la vida no debemos enfocarnos solo en lo inmediato, sino abrazar ideales y procurar hacerlos realidad, más allá de la realidad a corto plazo. Por otro lado, tampoco es cuestión de vivir sin registro de la realidad. Para cambiar cualquier cosa, hay que tener los pies bien afirmados en la tierra.

Discriminar es una expresión del mal. Las personas de corazón distorsionado se lastiman a sí mismas y lastiman a los demás. Es ilusorio tratar de situar las «raíces» de nuestra identidad en un grupo étnico o racial determinado. Es como un espejismo en el desierto. Este sentido de la identidad termina reforzando las distinciones entre el yo y el otro, y convirtiéndose en una causa de conflictos y de disputas. Lo que hoy necesitamos es cultivar el sentido común de nuestra identidad más profunda como congéneres. Cuando cambiemos nuestra manera de vernos como seres humanos, cambiarán muchas otras cosas.

Aunque el oro sea envuelto en barro conserva su condición de metal precioso. De igual manera la verdad siempre triunfa.

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