Nuestro estimado colaborador, el chimichero Emiliano Guillén Rodríguez, Cronista Oficial de Granadilla de Abona, periodista y miembro del Instituto de Estudios Canarios, es también desde hace años asiduo colaborador de La Prensa del domingo, revista dominical del periódico El Día que el 27 de diciembre de 2015 publicó un trabajo de investigación de nuestro paisano que, con el mismo título que nos ocupa, en su introducción decía:
« Muy pronto se cumplirá un siglo desde que el cura titular de la parroquia de San Antonio de Padua, de Granadilla, a la cual pertenecía, solicitó al Obispado la ineludible autorización para bendecir la primera ermita en esta localidad, la entronización de sus tres imágenes clásicas, de pequeño tamaño, y la celebración del sacrificio de la misa en ella, por hallarse en estado decente. Estos aconteceres tuvieron lugar durante la segunda mitad del mes de julio de 1916. »
Con motivo de ese centenario a punto de cumplirse (a falta de siete meses), entregó Emiliano Guillén su trabajo de investigación para su publicación al dominical La Prensa, el cual reproducimos siguiendo el mismo formato de dos capítulos con el que se editó:
« Durante el año de 1915 se comenzó a trabajar en pro de la construcción de la primera ermita en este mi venerado pueblo. Al año siguiente sería bendecida solemnemente. El proceso se inicia con la reunión celebrada por los principales benefactores de la obra, muy interesados en que llegase a buen fin. Entre los asistentes se hallaba presente el donante del solar donde se habría de construir, Ramón García Gómez, propietario del terreno, por ser legítimo esposo de Leonor Catalina Guimerá García. Asimismo, Gregorio Guillén Pérez, hacendado, político y miembro activo de muchas iniciativas de carácter público. Igualmente intervendrían los paisanos José y Antonio Arocha.
Esteban Hernández Ramos, entonces cura párroco de San Antonio de Padua, por sí y en nombre de toda la feligresía de Chimiche, ante el Obispado de Tenerife expone que, hallándose terminada la nueva ermita (léase, la primera construida en este lugar), y dedicada a San Juan Bautista, solicita la correspondiente autorización para proceder a bendecirla, al igual que las tres imágenes: la de San Juan Bautista, la Virgen del Carmen y el Sagrado Corazón de Jesús, que habrán de entronizarse en ella. Se trataba de tres imágenes de tamaño modesto. A esta misiva acompaña escritura de cesión al Obispado, firmada por el propietario del solar y plaza, Ramón García. Este documento tiene fecha de 17 de julio de 1916. Cuatro días más tarde se autorizan ambas bendiciones, llevándose a efecto.
El inmueble debió de construirse con cierta indolencia; en tal grado que no fue capaz de superar el primer temporal serio que se le presentó. En el invierno de 1920 a 1921, su armazón de piedra y barro declinaba sobre sus propios cimientos. Cuenta la tradición oral que sólo quedó en pie la pared del altar con las tres imágenes religiosas embutidas en sus respectivas hornacinas. Ni que decir tiene que el pueblo, de inmediato, se afanó con ahínco en la reparación del daño sufrido por su sagrado oratorio, aplicándose para dotarlo de mayor solidez. Se retranquea la cubierta a tres aguas, se refuerza el techo con tirantes y se le añaden contrafuertes en ambos muros laterales. Llevaba sacristía por el lado del naciente, hacia la calle principal, Camino Real, en cuya dirección también se le abrió una puerta de regular tamaño. En la reforma sufrida en los años cincuenta, la sacristía se traslada a la parte de poniente, porque comenzó a resultar molesta para el tránsito de la citada vía.
La apertura al culto del nuevo templo tuvo lugar el 22 de febrero de 1922, siendo de nuevo bendecida por el ya mencionado sacerdote. Recoge el Boletín Oficial del Obispado que al acto, con misa posterior, acudió mucha gente. En ella el propio sacerdote pronunció un acertado discurso de circunstancias. Por aquellos entonces, y posteriores tiempos, los curas de refuerzo venían de La Laguna. Hacían “ayanto” en la casa de Juan Vidal. Allí, como agasajo, se comían un carnero joven que, para tal fin criaba Miguel Anita y don Juan, el del Valle. En todos los casos, maridado con buen vino cosechado en la Cruz del Lindero.
Este sagrado recinto dependió eclesiásticamente del Arciprestazgo de Granadilla hasta 1943. En ese año pasó a depender del de Güímar y, llegado el año 1965, regresó a su antigua y natural dependencia.
Esta ermita alcanza la categoría de parroquia de entrada el 24 de febrero de 1966, por decreto del obispo de Tenerife, Luis Franco Gascón. Fue su primer párroco el entonces joven sacerdote José Noda Díaz. Según el decreto de creación, el territorio que comprende su demarcación estaba delimitado por el barranco de El Mocán en la línea de poniente, el propio de El Río por el naciente, y la cumbre y la mar en la teórica dirección norte y sur.
Tiene lugar la celebración de los festejos correspondientes al año de 1923 y se declara excepcionalmente como día principal el 17 de julio, con la finalidad de no hacerla coincidir con la que tradicionalmente se venía celebrando en la villa bajo la misma advocación, la Virgen marinera. El programa previsto para este memorable acontecimiento contaba con los siguientes actos: por la mañana función religiosa, en la que participó el inspector eclesiástico Santiago Beyro. A continuación hubo procesión solemne, con acompañamiento de la banda de música del pueblo, dirigida por José Reyes Martín, y la danza de varas de la localidad. Por la tarde tuvo lugar un animado baile en la plaza de la ermita amenizado por la reseñada banda.
Para el siguiente año de 1924 la celebración contó con los eventos que se relacionan: el 16 de julio, a las nueve de la mañana, romería con música, que saldría a recibir a las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, que honraran con su presencia la celebración; a las 11, misa cantada con acompañamiento de orquesta, oficiada por Esteban Hernández Ramos; a las 5 de la tarde, gran fiesta popular en la plaza, que se hallará lujosamente engalanada; finalizaba la jornada con un animado baile. Día 17 de julio: a las ocho de la mañana, solemne misa cantada, con sermón a cargo de un destacado orador sagrado; a las 11, procesión de la imagen de Nuestra Señora, que recorrerá el trayecto que ya comienza a considerarse como “de costumbre”, acompañada por la banda municipal de música y una agrupación de guitarras y bandurrias; abrirá el paso procesional la típica danza ejecutada por hombres del lugar; hacia la una de la tarde, regreso al templo, efectuándose la ya también tradicional “entrada”, con lluvia de cohetes y otros regocijos populares; a las cinco de la tarde, gran paseo y música en la plaza, con bailes en distintas casas del pueblo; a las diez de la noche, concurso de fuegos artificiales, confeccionados especialmente para este acontecimiento por afamados pirotécnicos de esta isla.
A lo largo de los años cincuenta del pasado siglo el templo se somete a nuevas mejoras. Era necesario reparar la techumbre para eliminar las goteras y otros desperfectos causados por el tiempo. En este sentido, según acta municipal de fecha 28 de julio de 1955, Juan Vidal González solicita al pleno una ayuda económica “para reparar la iglesia, que se halla en estado ruinoso”, y el techo “en riesgo de derrumbe”; así como cambiar de ubicación la sacristía desde el lateral que da al camino al opuesto, en el interior de la plaza. La corporación municipal no toma acuerdo alguno sobre el particular y lo pospone hasta que mejore el estado de la hacienda local. El pueblo no se arredró ante ello. Por medio de donativos puso manos a la obra. Para este fin se reclutó a José Guillén Morales (Pepe el del cine), un experto albañil, inteligente y autodidacta, auxiliado por Juan García Morales (Juan Ruperto).
La obra consistió en sustituir la antigua “torta” de barro por otra de hormigón superpuesta a una base de madera machihembrada y rematada con teja árabe, tipo canaria, con limas a tres aguas y tirantes de hierro y de madera antes y después del arco correspondiente al presbiterio. También se trasladó la sacristía y se mejoró tanto el interior cuanto los exteriores del templo. Durante el tiempo que duraron las obras, los oficios religiosos se celebraron en el salón de Candelaria Arocha, ahora habilitado para tal fin. Este hermoso salón, en su trayectoria temporal, se destinó a variados servicios a tener en cuenta, pues fue utilizado como lugar sagrado, como academia, sala de baile con cantina y dormitorio, entre otros fines. En la actualidad ha sido definitivamente adecuado para uso exclusivamente doméstico… »
(Continuará…)