Con motivo del primer aniversario del fallecimiento de Antonio Bello Pérez, ocurrido el 24 de febrero de 2015, han sido numerosas las manifestaciones de afecto recordando a su persona que se han venido mostrado desde diversos ámbitos, de entre las cuales reproducimos un artículo realizado por sus amigos, alumnos y compañeros organizadores de las I Jornadas de Agroecología ‘Antonio Bello’ realizadas a finales del pasado mes de octubre que, publicado por la revista Agropalca en su número de enero – marzo 2016 con el título ‘En el I Aniversario de la muerte de Antonio Bello Pérez. Un año sin Antonio’, decía:
« Hace ya un año que murió Antonio. Es aún poco tiempo para hacernos a la idea de no poder contar con su entusiasmo y empuje a la hora de defender la tierra y la agricultura bajo otra mirada, con esos criterios que el sostenía con vehemencia y seguridad. Se fue, como una advertencia, justo al principio del Año Internacional del Suelo. Sus amigos, sus alumnos y sus compañeros un poco conmocionados por su óbito y llevados por esa necesidad de hacer algo para conjurar la sensación de orfandad que deja algunas muertes con independencia del parentesco, organizaron en su honor, a finales de octubre del pasado año, las I Jornadas de Agroecología ‘Antonio Bello’.
Fue un encuentro diverso, positivo, sincero y participativo, con Antonio como común denominador. En todo momento estuvo presente su espíritu y comprendimos cuanto cariño y admiración despertó su sencilla persona y su original obra entre los asistentes.
Era nuestro Antonio un científico de prestigio internacional y un canario muy querido entre la gente del pueblo que conocía su debilidad por la tierra y por la agricultura. Como resultado material de aquel evento queda un libro, “La sociedad, la agricultura y el suelo”, prologado por uno de sus mejores amigos y editado por uno de sus más queridos y cómplices alumnos.
La capacidad de Antonio para dinamizar y activar su entorno con criterios agroecológicos está presente entre nosotros y prueba de ello son las iniciativas futuras, que esperamos lleguen a buen puerto, la de crear una Cátedra Cultural que lleve su nombre o celebrar el próximo otoño las II Jornadas de Agroecología.
Como todos los seres especiales, Antonio no dejaba a nadie indiferente, y con su peculiar carácter, mezcla de timidez, perseverancia, entusiasmo y osadía, sembró entre sus alumnos y seguidores esa capacidad para no resignarse y de luchar por aquellas causas justas y a veces imposibles, que muchas veces lograba, quizás porque no se planteaba que lo fueran.
De algún modo, un año después, seguimos agradecidos y unidos por su herencia. Y desde su siesta eterna, ese niño viejo nos anima a compartir otro modo de hacer agricultura y a respetar a los que tienen el sagrado oficio de cultivar y proteger la Madre Tierra.
Los que no te olvidamos »